Conceptos y modelos en Psicopatología
Introducción: precisiones conceptuales
Desde una perspectiva hegeliana del conocimiento y la praxis científica, se pueden establecer 3 niveles de trabajo y análisis. La intersección de estos 3 niveles es lo que caracteriza la actividad científica.
El primer nivel
Las simbólicas y el manejo de símbolos son los elementos del primer nivel teórico, cuyos medios de trabajo se engloban bajo lo que llamamos “actividad intelectual”. Dentro de ellos se diferencian los conceptuales, es decir, el razonamiento, imaginación, memoria, sus productos y elaboraciones (definiciones, clasificaciones, criterios y modelos teóricos) los materiales y/o tecnológicos de que podemos disponer para aumentar la eficacia de toda esa actividad intelectual(lápiz, ordenador, libros…). El tipo de trabajo que se elabora desde este nivel es crear conceptos, proyectar actividades y elaborar críticas.
El segundo nivel
Es el experimental. Se caracteriza por la ejecución de todos los proyectos formulados en el nivel teórico. Sus instrumentos de trabajo son todos los necesarios para medir (evaluar) el objeto de estudio. La finalidad de estos dos primeros niveles es obtener conocimientos que puedan ser verificables y/o contrastables y crear medios de trabajo nuevos.
El tercer nivel
Es el técnico. Conlleva la “realización de ideas” generadas en los niveles precedentes. Su finalidad es conseguir los cambios implícitos en esas ideas.
Volviendo al primer nivel, los criterios y modelos en psicopatología serían un ejemplo de éste. Un criterio es una norma, regla o propiedad que guía el conocimiento respecto de un objeto concreto. Por “guiar el conocimiento” se entiende la delimitación de los hechos que constituyen datos para la comprensión y explicación del objeto (cuales de los sucesos de la realidad tienen algún valor explicativo para nuestro objeto). También significa ordenación de esos datos según su mayor o menor importancia respecto a la capacidad y utilidad que tienen para la comprensión del objeto. Por tanto un criterio es una categoría que designa la propiedad o propiedades sobre cuya base se clasifican y ordenan los datos que parecen relevantes para un objeto y un área concreta de conocimiento. Así, la elección de un criterio suele significar casi siempre la exclusión de otros, por tanto, todo lo que no forme parte de dicho criterio, no será susceptible de explicación ni será considerado como relevante.
Hay diversas acepciones del modelo científico.
Una primera acepción
Hace referencia a un modo concreto de concebir el propio status quo de la psicopatología como ciencia diferente, incluyendo tanto la definición del objeto mismo (enfermedad mental, conducta anormal…), como de los procederes técnicos y metodológicos más adecuados para abordarlo (“Escuelas de Psicopatología”). En todos los modelos hay influencias de varias escuelas de pensamiento.
Una segunda acepción
Es la de analogía, lo que implica que se toman ciertos conceptos de otros campos para aplicarlos al campo de la psicopatología (modelos animales, los de condicionamiento o provocación experimental de experiencias anormales). En estos casos, además de considerar al modelo como una herramienta conceptual, se puede hablar de modelos útiles para el nivel de trabajo experimental. Todo modelo es parcial y selectivo, y para su construcción se adoptan exclusivamente aquellos aspectos que son relevantes para el uso que se pretenda hacer del mismo. Este planteamiento cabe dentro de lo que Seoane llamó Teoría de los dos sujetos experimentales: un investigador prepara un diseño experimental que responde puntualmente al modelo de sujeto que mantiene el experimentador, por otra parte, el sujeto experimental del laboratorio se contrapone en mayor o menor grado al modelo del sujeto.
La tercera acepción
De modelo lo hace análogo a la noción de paradigma, para indicar un modo concreto de abordar el objeto de estudio, el tipo de problemas que se plantean y las clases de información y metodología que se pueden utilizar.
Hay 3 usos del término paradigma:
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Paradigma como metáfora de la realidad, que enfatiza el aspecto metafórico que tienen la mayoría de las teorías científicas.
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Paradigma equivalente a ejemplar metodológico: consenso sobre los problemas relevantes y como resolverlos.
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Asiento institucional de la comunidad científica: hábitos y reglas tácitas de actuación.
¿Por qué conviven en psicopatología tantos modelos distintos?
Una primera respuesta tiene que ver con la indeterminación conceptual que ha presidido la evolución de la propia psicopatología. Semejante diversidad y disparidad es resultado bien de la ausencia de criterios ampliamente compartidos sobre el significado de “lo psicopatológico” bien a consecuencia de la relatividad de los criterios que lo definen.
La respuesta a la pregunta sobre el origen y la pervivencia de distintos modelos, tendría que basarse en una de estas dos ideas: primero, que las diversas opciones encarnadas en las distintas escuelas representan intentos de solución a los problemas constitutivos de la misma psicología; y segundo, que tales opciones representan intentos de solución de problemas nuevos que antes no se habían planteado (si se consideraban comportamientos normales, no eran susceptibles de investigación).
Una segunda respuesta se centra en la relatividad sociocultural de su objeto de conocimiento. Es decir, si una sociedad valora positivamente unos ciertos modos de comportarse, ser, etc, cualquier atisbo de rechazo corre el riesgo de ser calificado como psicopatológico, enfermizo… Este planteamiento significa que en muchas ocasiones la cualificación de algo como “psicopatológico” no responde a criterios científicos, sino a otros de naturaleza ética o moral. Lo normal es que el cambio de criterios se produzca por la construcción de explicaciones que sean más compatibles con el momento político, económico y cultural.
Una de las constantes en la historia de las ideas sobre psicopatológico y normalidad ha sido la alternancia entre 2 modos de concebir la naturaleza humana: a) creencias que enfatizan aspectos de racionalidad, control, poder y b) creencias que enfatizan la irracionalidad, la ausencia de control de los instintos. Sean cuales sean las creencias sobre la naturaleza normal o anormal, no se suelen aplicar por igual a todos los miembros de una misma sociedad: los grupos dominantes (intelectuales, políticos), asignan a sus contrarios,una naturaleza distinta de la suya.
Conceptos y criterios en Psicopatología
El criterio estadístico
Cuando la psicología y la Psicopatología se homologaron a las ciencias naturales, se recurrió a la cuantificación de los datos psicológicos a través de la estadística. En Psicopatología, la estadística se transmutó en criterio definitorio del objeto y adquirió rango de concepto, cuya máxima ejemplificación está en el criterio estadístico de la Psicopatología.
El postulado central del criterio estadístico (postulado de frecuencia) es el que de que las variables que definen psicológicamente a una persona, poseen una distribución normal en la población general de referencia de esa persona. Consecuentemente, la psicopatología es todo aquello que se desvía de la normalidad. Según este criterio se habla de hiper o hipoactividad para catalogar un comportamiento motor alterado o de alta vs baja inteligencia para designar la capacidad mental de las personas, etc.
Sin embargo, la restricción al ámbito de lo infrecuente no siempre conlleva psicopatología. Ej: creer en una vida después de la muerte puede ser muy frecuente, pero el no creer en ello no significa patología. Problemas de este estilo han llevado al segundo supuesto, el de la continuidad: los elementos constitutivos de las psicopatologías se hallan presentes en la normalidad pero constituyen una exacerbación, por exceso o defecto, de esa normalidad. De modo que las diferencias entre lo normal y lo patológico son de naturaleza cuantitativa, de grado. Aquí además se utiliza el prefijo “a” para hablar de conductas o actividades anormales, que se caracterizan no sólo por ser poco frecuentes, sino además por contener los mismos elementos de la normalidad pero en un grado o excesivo o escaso. Cuando la psicopatología se rige por un criterio estadístico se suele emplear el término anormalidad como análogo al de psicopatología.
Criterios sociales e interpersonales
Uno de los criterios sociales es el que Sullivan denominó criterio consensual para señalar que la definición de las psicopatologías es una cuestión de normativa social, es decir, del consenso social que se alcance en un momento y lugar determinados. De ahí que se afirme que lo psicopatológico es una “construcción social”, “una convención”, “no existe más que en las mentes de quienes lo postulan”.
Es también un criterio para la ausencia o presencia de psicopatologías la adaptación a los modos de comportamiento esperables, habituales y considerados correctos por el grupo social. De hecho, se encuentra en la base del criterio legal de normalidad mental vs psicopatológico. En la medida en que una persona se comporte, piense o sienta como lo hacen sus congéneres o cómo éstos esperan que lo haga, será catalogada como normal. Sin embargo, suponer que la adaptación es sinónimo de salud mental es erróneo.
Ej: para un joven de un barrio marginal de una gran ciudad puede resultar adaptativo socialmente asumir la violencia y la agresión como forma de comportamiento habitual.
La adaptación no puede erigirse como el criterio por excelencia para la delimitación de los psicopatológico y de lo normal, esto da lugar a una indeterminación del criterio. Un modo de solucionar la indeterminación del criterio sería postular la existencia de condicionantes situacionales que serían los responsables de las psicopatologías. El individuo sería como una marioneta sometida a contingencias ambientales y que representa el papel que la sociedad le adjudica. El riesgo que conlleva es sustraer de la naturaleza humana la autodeterminación y la racionalidad.
Los criterios subjetivos o intrapsíquicos
Según los criterios subjetivos o intrapsíquicos, es el propio individuo el que dictamina sobre su estado o situación, lo que se suele traducir en manifestaciones verbales o comportamentales (quejas sobre la propia infelicidad, sobre la incapacidad para afrontar un problema…). Una variante de este criterio es el alguedónico, que hace referencia al sufrimiento personal, propio o ajeno, como elemento definitorio de la presencia de una psicopatología. El principal problema de este criterio es que las personas son conscientes de sus problemas.
Pero no todas las personas que manifiestan infelicidad o angustia son catalogables de psicopatológicas. El criterio subjetivo no tiene en cuenta los efectos que un comportamiento anormal produce en el contexto social inmediato de la persona que lo exhibe (algo que sí lo tiene en cuenta el alguedónico). Sin embargo este tipo de criterios resulta insuficiente, aunque en la práctica hay que tenerlos en cuenta.
Criterios biológicos
La variedad de los criterios biológicos es muy amplia, puesto que son muchas las disciplinas que se encuadran en las perspectivas biologistas: genética, neurología… Todas mantienen el supuesto básico de que las distintas psicopatologías son la expresión de alteraciones y/o disfunciones en el modo normal de funcionamiento, bien de la estructura, bien del proceso biológico que las sustenta. Estas alteraciones pueden estar causadas por la acción de agentes patógenos externos,se califican con el prefijo “dis”, por carencia de determinados elementos constituyentes,prefijo “a”,o por una ruptura del equilibrio normal de los procesos o estructuras involucradas,prefijo “hiper o hipo”.
Asumir una etiología orgánica como explicación última o exclusiva de las psicopatologías, conlleva adoptar el término de enfermedad mental. Aceptar la dicotomía biológico vs. psicológico para explicar la aparición y el mantenimiento de una psicopatología significa caer de nuevo en un miope dualismo psicofísico.
Criterios de anormalidad: algunas conclusiones
Todos los criterios mencionados son necesarios, pero ninguno suficiente por sí mismo para la psicopatología.
Existen unos postulados para categorizar y catalogar un determinado modo de pensar, actuar o sentir como anormal o psicopatológico:
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No hay ningún criterio que por sí mismo o aisladamente sea suficiente para definir un comportamiento, sentimiento o actividad mental como desviada, anormal o patológica.
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Ningún comportamiento, sentimiento o actividad mental son por sí mismos patológicos.
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La presencia de psicopatologías representa un obstáculo para el desarrollo individual de la persona que las mantiene o para su grupo cercano.
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Las personas con psicopatologías no alcanzan niveles óptimos de desarrollo social, afectivo, intelectual o físico, y esas dificultades están producidas por anomalías en sus actividades, procesos, funciones y estructuras.
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Los elementos que definen un comportamiento o actividad mental como psicopatológica no difieren de los que definen la normalidad más que en términos de grado, extensión y repercusiones, lo que significa que es más correcto adoptar criterios dimensionales que categoriales o discontinuos.
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La presencia de psicopatologías no conlleva necesariamente la ausencia de salud mental: lapsus linguae, anomalías que se producen en el curso de una actividad mental normal, etc.
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Salud no es sólo ausencia de enfermedad sino también presencia de bienestar.
Los modelos en Psicopatología
Las diferentes perspectivas teóricas sobre la conducta anormal se basan en los criterios comentados y se diferencian entre sí en el mayor o menor énfasis que pongan en cada uno de ellos. Por tanto, los modelos en psicopatología también son múltiples.
El modelo biológico
La perspectiva biológica asume como principio fundamental que el trastorno mental es una enfermedad. Así, las alteraciones psicopatológicas se producen porque existen anormalidades biológicas subyacentes. El tratamiento deberá corregir esas anormalidades orgánicas.
En psicopatología siempre se ha considerado a Hipócrates como el predecesor del enfoque médico en una extrapolación del modelo kraepeliniano. Una variedad de circunstancias se dieron cita en el s. XIX que realzaron el estatus del modelo biológico, como la difusión de la teoría de Kraepelin. En el s. XX, el modelo biomédico mantiene su influencia y se consolida a partir de los 50, cuando se comienzan a sintetizar y utilizar distintas clases de drogas psicotrópicas que mostraron su eficacia en distintos trastornos mentales.
Bases biológicas de la conducta anormal
Se presupone que la alteración del cerebro es la causa primaria de la conducta anormal o de la anormalidad mental. Los trastornos mentales estarían relacionados con las alteraciones celulares del cerebro. Las alteraciones pueden ser anatómicas (el tamaño o la forma de regiones cerebrales puede ser anormal) o bioquímicas (alteración de elementos bioquímicos por exceso o defecto). A su vez, esas alteraciones pueden ser consecuencia de factores genéticos, metabólicos, infecciosos, alérgicos, tumorales, cardiovasculares, traumáticos…
Según Buss, y en relación con las causas del trastorno pueden distinguirse 3 tipos de enfermedad:
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Enfermedad infecciosa (un microorganismo ataca a un órgano o sistema: gripe, hepatitis…).
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Enfermedad sistémica (diabetes).
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Enfermedad traumática, como una fractura o condición producida por ingestión de una sustancia tóxica.
A partir de los 50 se intensificó el interés por aplicar el modelo sistémico de enfermedad a la conducta anormal. La concepción sistémica se vio reforzada por el descubrimiento de sustancias neurotransmisoras y fármacos psicoactivos, considerándose desde entonces que algunas formas de conducta anormal podían deberse a desequilibrios del SN. Actualmente existe abundante evidencia empírica de que las sustancias bioquímicas intervienen en muchos trastornos del comportamiento.
Los trastornos mentales orgánicos son aquellos que tienen causas físicas claras.
Ej: Corea de Huntington, enfermedad de Alzheimer. Los trastornos mentales funcionales son patrones de conducta anormales sin claros indicios de alteraciones orgánicas cerebrales, como los trastornos de ansiedad, depresión y esquizofrenia. Los estudios sobre el efecto que las drogas tienen en el cerebro han contribuido a que se conozca mejor su funcionamiento en relación a los trastornos mentales que responden positivamente a ciertos psicofármacos. Así se sabe que las alteraciones en la actividad de diversos neurotransmisores se pueden asociar a distintos trastornos mentales.
Si un determinado trastorno ocurre con una relativa frecuencia en una familia se considera que hay una predisposición genética a padecerla. Se habla así de bases genéticas de la depresión, esquizofrenia, Alzheimer… También se ha puesto de relieve la investigación epidemiológica sobre los grupos de riesgo, observándose casos de numerosos parientes biológicos de un paciente diagnosticado de una alteración psicopatológica específica que presentan el mismo trastorno.
Cuando se presupone una vulnerabilidad orgánica asociada al efecto de agentes externos patógenos se habla de interacción predisposición-estrés, también entendida como modelo de diátesis-estrés.
Postulados del modelo biológico
El modelo médico se ha desarrollado básicamente en el campo de la medicina (psiquiatría).
Hay que tener claros unos conceptos centrales:
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Signo: indicador objetivo de un proceso orgánico anómalo (fiebre).
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Síntoma: indicador subjetivo de un proceso orgánico y/o funcional (sensación de tener fiebre). De hecho, el síntoma aislado no resulta anormal. Es la unidad mínima descriptible en psicopatología. Los síntomas pueden ser primarios cuando nos orientan hacia un diagnóstico determinado y secundarios cuando no cumplen los criterios etiológicos o descriptivos de la entidad nosológica en la que se han identificado.
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Síndrome: conjunto de signos y síntomas que aparecen en forma de cuadro clínico.
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Enfermedad mental: estructura totalizante en la que adquieren sentido los fenómenos particulares, y por tanto dota de recursos para comprender los factores etiológicos, el pronóstico y el tratamiento.
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Discontinuidad entre lo normal y anormal: el trastorno mental se clasifica y diagnostica en base a criterios categoriales. Cada trastorno mental es una entidad clínica (nosológica) discreta, con características clínicas, etiología, curso, pronóstico y tratamiento específicos. Cada categoría clínica se diferencia cualitativamente de los demás trastornos mentales, así como de lo no clínico.Contrasta con una concepción dimensional de la psicopatología, donde la diferencia entre lo normal y lo anormal es de grado no discontinuidad.
Evaluación del modelo biológico
Las investigaciones sobre las bases biológicas de la conducta anormal son cada vez más abundantes, y los nuevos fármacos son, por sí mismos, relevantes instrumentos de investigación sobre las causas biológicas de los trastornos.
Virtudes del modelo biológico:
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Nos recuerda que los problemas psicológicos pueden tener causas biológicas dignas de evaluación y estudio.
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Gracias al descubrimiento de técnicas biomédicas, la investigación sobre los aspectos neurofisiológicos de la conducta anormal progresa rápidamente.
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Los tratamientos biológicos han proporcionado significativas aportaciones en el tratamiento de distintos trastornos mentales.
Problemas y limitaciones del modelo biológico:
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El reduccionismo. Nuestra vida mental es una interacción de factores biológicos y no biológicos(psicológicos, sociales, culturales). Es más relevante explicar esa interacción para conseguir una comprensión más integrada y holista bajo el paradigma del modelo biopsicosocial tomando a la persona como totalidad.
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Validez explicativa de sus teorías. A menudo son incompletas y poco concluyentes. Muchos estudios se realizan con animales que aparentemente presentan síntomas de depresión, ansiedad o algún otro comportamiento anormal inducido mediante drogas. Los investigadores tendrán dificultad para generalizar la validez de sus conclusiones a la conducta humana. Igualmente, los estudios genealógicos y genéticos están abiertos a sucesivas interpretaciones en función de los avances de la neurociencia.
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La aceptación rígida de los postulados acarrea diversos problemas:
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Tiende a considerar al individuo o enfermo mental como un ser pasivo, por no ser el agente responsable del inicio y posterior curación del trastorno. El médico es el activo.
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El trastorno mental es una enfermedad y por eso tiene etiología o causa de tipo orgánico. Pero muchos trastornos psicológicos no obedecen a causas orgánicas.
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El establecimiento de diagnósticos en base a la existencia de una serie de síntomas (criterios de diagnóstico) a veces es contraproducente.
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El modelo conductual
A principios de los 60, el modelo conductual se perfila como nuevo paradigma de la Psicología clínica.
Dos factores primarios determinaron su surgimiento:
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La madurez alcanzada por la psicología del aprendizaje.
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La insatisfacción con el estatus científico y modus operandi del modelo médico. La evolución histórica de la perspectiva conductual ha dado lugar a distintas orientaciones o submodelos.
El modelo conductual como alternativa a las inadecuaciones de los modelos médicos (modelos de enfermedad)
La insatisfacción con respecto al modelo médico a finales de los 50 y principios de los 60 se debía tanto a factores teóricos(epistemológicos y metodológicos), como prácticos (rol del psicólogo clínico, diagnóstico y tratamiento).
Debilidad de la teoría biomédica
Uno de los principales errores de la psiquiatría consistió en el trasvase del modelo médico de la enfermedad física al campo de los trastornos mentales. Este “trasplante” significó efectuar una transposición del modelo médico a un problema no médico.
Pero un serio problema asociado al más ortodoxo modelo biomédico fue su incapacidad para establecer cómo las alteraciones fisiológicas inducen los síntomas psíquicos o comportamentales. Para Willerman y Cohen, el modelo médico hipotetiza la existencia de anormalidades fisiológicas que no han sido demostradas. Según Szasz, en los casos en que exista una alteración orgánica del SNC, debería denominarse enfermedad neurológica y no mental.
Existen trastornos fuertemente ligados a alteraciones neurofisiológicas (como la esquizofrenia). Puede que en estos caso sea relevante el modelo biomédico, pero en la mayoría de los trastornos psicológicos, los factores ambientales, más que los biológicos, desempeñan un papel etiológico esencial. Además, en muchos trastornos, no existe evidencia de alteración orgánica. Esto muestra una tendencia a orientaciones más psicológicas, pero manteniendo las estructuras básicas del modelo médico. La más importante la psicoanalítica. Esta corriente y otras no solucionaron los problemas de este modelo.
Problemas asociados al diagnóstico médico
Yates ha criticado la derivación al campo del comportamiento de los sistemas de diagnóstico médico, dando como resultado el “encasillamiento” de los pacientes, etiquetación que a veces produce efectos nefastos sobre éstos. Sobre todo, centra sus objeciones en torno a 3 aspectos: baja fiabilidad, baja validez y escasa utilidad del diagnóstico psiquiátrico.
El problema de la “etiquetación” del paciente posee efectos negativos sobre el propio individuo. Y todavía es peor si esa etiquetación es poco válida y fiable. Además tiene escasa utilidad clínica. De todos modos, actualmente no se sostiene que el diagnóstico categorial sea por sí mismo negativo. Los sistemas actuales de diagnóstico categorial son bastante fiables y válidos, y su utilidad psicopatológica ha sido demostrada. Aun así se han tenido que cambiar bastantes cosas en los últimos 10 años. El DSM-III-R y el DSM-IV son más descriptivos, objetivos, versátiles y libres de influencias teóricas de escuelas que cualquier otro sistema. El DSM-III, muy influente, ha sido discutido.
Problemas relacionados con el tratamiento
El modelo médico ha sido de muy escasa utilidad para el tratamiento, salvo en trastornos con fuerte base fisiológica. El proceso ha sido inverso a lo que toda teoría científica exige: establecer la teoría partiendo de los supuestos buenos resultados del tratamiento médico.
Desarrollo y principios de la perspectiva conductual
La base del modelo conductual se encuentra en el desarrollo y aplicación de los principios del aprendizaje llevado a cabo en EEUU: Watson: Condicionamiento de respuestas emocionales; Thorndike: Conductas instrumentales, “ley del efecto”; Hull: Variables intermedias motivacionales (impulso o drive)… Pero los antecedentes más remotos se remontan a los autores soviéticos: Sechenov, Paulov, Bechterev. Su influencia se plasmó a través de la influencia de Watson en 2 conceptos fundamentales: uno metodológico, el objetivismo, y otro teórico, el condicionamiento.
Las primeras formulaciones sobre la teoría conductual de la conducta anormal se establecen en los 60 con Wolpe, Eysenck y Jones. Estos autores se centran principalmente en la explicación de la conducta neurótica, que consiste en hábitos desadaptativos adquiridos mediante procesos de aprendizaje.
Rachman y Costello resumen los aspectos esenciales de la teoría conductual de las fobias:
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Las fobias son respuestas aprendidas.
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Los estímulos fóbicos se desarrollan cuando se asocian temporal y espacialmente a un estado de cosas que producen miedo.
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Los estímulos neutros que tienen relación con la situación que produce miedo o impacto sobre la persona en esta situación, desarrollarán cualidades fóbicas con mayor probabilidad que los estímulos débiles o ajenos a la situación.
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La repetición de la asociación entre la situación de miedo y los nuevos estímulos fóbicos reforzará la fobia.
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Las asociaciones entre situaciones de miedo muy intenso y estímulos neutros, producirán con mayor probabilidad reacciones fóbicas.
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Se produce generalización del estímulo fóbico original a otros estímulos de naturaleza similar.
En Inglaterra predominó la orientación basada en el CC. En EEUU predominó el CO por el enorme influjo de Skinner. Este autor desarrolló el enfoque teórico y metodológico conocido como análisis experimental de la conducta. La aplicación de este enfoque a la conducta anormal supone grados máximos de experimentación y objetividad, y la asunción de un conductismo radical. Por tanto, la perspectiva conductual se perfila según 3 importantes focos de desarrollo: Sudáfrica, Inglaterra y EEUU. El modelo europeo se centró más en la conducta neurótica, mientras que el enfoque del análisis experimental de la conducta abordó también la conducta psicótica.
A parte de las diferencias, tienen características comunes:
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Objetividad: el modelo conductual se centra en la objetividad y la experimentación en contraste con el médico, centrado en la introspección, intuición y especulación.
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Principios del aprendizaje como base teórica: la conducta psicopatológica consiste en hábitos desadaptativos que han llegado a condicionarse a ciertos estímulos. Tales hábitos constituyen los síntomas clínicos y la propia conducta anormal, y son generados de acuerdo con las leyes y principios del aprendizaje. El tratamiento debe basarse en la aplicación de los propios principios del aprendizaje (terapia conductual) para extinguir las conductas indeseables.
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Rechazo del concepto de enfermedad: la teoría conductual entiende que el concepto médico de enfermedad no es aplicable a los trastornos de comportamiento. No asume la existencia de causas subyacentes.
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Aproximación dimensional: al rechazar el concepto de enfermedad, rechaza la conceptuación categorial de los trastornos psicológicos. No existen personas mentalmente enfermas. Como alternativa al diagnóstico médico tradicional, propone el “diagnóstico funcional de la conducta”. La clasificación debe hacerse según dimensiones en las que se sitúan los diferentes individuos. Por tanto, la diferencia entre la conducta normal y la anormal es cuantitativa (no cualitativa). Para Eysenck, la anormalidad implica más bien el funcionamiento defectuoso de ciertos estados psicológicos (dimensiones).
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Relevancia de factores ambientales. Considera que la cusa de los trastornos comportamentales obedece a factores ambientales que se han ido condicionando a través de toda la experiencia del individuo.
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Teoría científica: en la teoría conductual, la explicación sobre las causas y el tratamiento de la conducta anormal, sus variables e hipótesis, pueden ser contrastadas empíricamente (verificadas o rechazadas). Las relaciones e hipótesis han sido probadas de forma experimental. Se ha demostrado la eficacia de la terapia conductual.
Críticas a la perspectiva conductual
Se evidenciaron algunas diferencias, sobre todo en relación con los sectores más radicales. P. ej, la asunción de que únicamente los factores ambientales son responsables de la conducta anormal, lo que se oponía a que ciertos trastornos presentan algún grado de transmisión hereditaria.
Otra crítica es la que se ha centrado en el papel de las variables intermedias. La focalización estricta en las consecuencias objetivamente verificables de los estímulos externos deja fuera de estudio aspectos como el pensamiento o la experiencia subjetiva. Para Beach, cambios conductuales pueden originar cambios cognitivos y cambios en procesos cognitivos pueden originar cambios conductuales.
Pero la primera gran crítica dentro de la propia perspectiva conductual surge de la mano de Breger y McGaugh, quienes enfatizan la necesidad de una teoría que explique la conducta compleja que implica factores internos (cognitivos) no reductibles a relaciones E-R. Sugieren que la teoría E-R aporta una base irreal para la terapia de conducta, ya que los terapeutas deben emplear constructos no claramente definidos por la teoría, como la imaginación, la fantasía… Llamar respuestas a estos constructos supone forzar la realidad para que concuerde con una teoría del aprendizaje. Propusieron como alternativa la teoría de estrategia central, donde afirman que en la neurosis se aprenden una serie de estrategias que guían la adaptación del individuo a su medio.
La principal fuente de desestabilización del modelo conductual es la necesidad de incluir los procesos cognitivos como elementos esenciales del modelo.
Direcciones actuales
Actualmente conviven varias orientaciones conductuales. Las 3 más importantes son la mediacional (clásica o clásica/operante), la operante o análisis experimental de la conducta y la conductual-cognitiva. Las dos primeras se centran en facetas observables de la conducta, la tercera en procesos cognitivos y su interacción con el comportamiento. La teoría del aprendizaje social ha sido a veces conceptuada como intermedia o integradora entre las 3 orientaciones, ya que considera tanto respuestas observables como procesos cognitivos.
La tendencia dominante actual es el reconocimiento creciente de la relevancia de los procesos cognitivos. El condicionamiento pavloviano se hace más flexible que al principio: puede ocurrir incluso cuando los estímulos están separados en el espacio y en el tiempo, se puede producir condicionamiento no sólo a estímulos discretos, sino también a relaciones abstractas entre dos o más estímulos, y más que centrarse en asociaciones de contigüidad, enfatiza relaciones de información.
Ya Tolman reconoció la importancia de la cognición en el aprendizaje al sugerir que lo que se aprende son estrategias cognitivas. También Pavlov postuló un segundo sistema de señales para referirse al condicionamiento semántico (condicionamiento sin contacto directo con el EI). En el momento actual, el modelo conductual atraviesa un estado de expansión cognitivista. El neocondicionamiento sirve de marco teórico para las nuevas exigencias cognitivistas. La nueva orientación trata de integrar nuevos fenómenos que han sido descubiertos y que permiten nuevas predicciones y explicaciones que no son posibles desde el mero aprendizaje asociativo. La simple contigüidad es insuficiente; la información es esencial.
El modelo cognitivo
Antecedentes históricos
Esta orientación ha existido siempre en la psicología, pues el estudio de la actividad mental y de la conciencia fueron para Wundt y James los elementos constitutivos de la investigación psicológica: actividad mental y la conciencia. También autores como Ebbinghaus, Donders y Barlett manifestaron interés preferente por la cognición y sus procesos.
Desde los años 20 hasta los 50, la psicología científica marginó el estudio de estos temas debido a la pobreza y escasez de resultados obtenidos, a las dificultades para su repetición, la imprecisión de sus métodos de investigación…. A ello contribuyó además el auge de la psicología conductista. Pero con el abandono del positivismo a partir de los años 50, el cognitivismo surgió con fuerza.
Respecto a los antecedentes e hitos históricos que hicieron surgir el cognitivismo hay varios: el artículo de Turing sobre los “números computables” y su propuesta de una máquina computadora universal, McCulloch y Pitts establecen la aplicación del cálculo lógico al estudio de la actividad nerviosa superior, Shannon y Weber hicieron importantes contribuciones a la teoría de la comunicación y de la información… Una contribución fundamental es la de Newel y Simon, que en 1956 crearon un programa de ordenador que simulaba operaciones similares a las que podía realizar una persona cuando pensaba. Este hecho consiguió demostrar que era posible estudiar los procesos mentales (internos) a través de su simulación exterior. Se desarrollaba aquí la analogía funcional del ordenador, que iba a ser esgrimida por el procesamiento de la información (PI), el cual iba a erigirse como el movimiento o paradigma más visible de la nueva psicología cognitiva.
También es importante el desarrollo de la moderna psicolingüística. Chomsky propone una gramática transformacional, opuesta a la gramática asociativa y lineal de los conductistas. El lenguaje se podía estudiar como un dispositivo de competencia que incluye un conjunto de reglas de reescritura de símbolos, capaz de generar todas las frases gramaticales del lenguaje natural.
En 1960, Miller, Galanter y Pribram publican Plans and the structure of Behavoir, manifiesto fundacional de la Psicología cognitiva y del PI. Desarrollan la analogía mente-ordenador que incluye conceptos mentalistas como “planes”, “metas”, “estructuras”, “estrategias”. La analogía permitía además admitir que el cerebro es ante todo un dispositivo capaz de tratar con información, y no algo que sirve únicamente para responder a ciertos tipos de estímulos. El reconocimiento de esta posibilidad abría el camino para que los psicólogos pudieran investigar sobre las representaciones internas sin necesidad de recurrir a marcos de referencia neurológicos.
Aun así, esta analogía presentaba dificultades: las variables motivacionales y las diferencias individuales no pueden ser explicadas recurriendo exclusivamente a la analogía mente-ordenador.
Desarrollos posteriores
Las fuentes de la psicología cognitiva son más dispersas que la de la psicología conductual. Además de la Teoría del PI como antecedente reciente, hay que considerar otras como la Psicología de la Gestalt. Sus planteamientos influyeron decisivamente no sólo en la percepción de los objetos en el mundo físico, sino en la percepción de los objetos sociales. Psicólogos sociales como Lewin, Heider y Festinger enfatizaban la importancia de la percepción consciente y de su evaluación. Aludían a conceptos mentalistas como “expectativa”, “nivel de aspiración”, “balance”…). Ninguno de estos conceptos posee una correspondencia unívoca con el comportamiento observable, pero son conceptos hipotéticos que explican ese comportamiento.
Otra disciplina importante es la psicología de la personalidad, especialmente la derivada de los planteamientos de G.A. Kelly sobre los sistemas de constructos personales con los que las personas categorizamos el mundo, interpretamos los eventos y elaboramos predicciones. A partir de aquí es posible la consideración de los rasgos de la personalidad como categorías cognitivas.
También es importante el tratamiento que desde la psicología cognitiva se ha dado al campo de las emociones y los afectos, especialmente por autores como Weiner y Lazarus. Las teorías cognitivas sobre la emoción parten del supuesto de que todo estímulo o situación debe ser primero identificado, reconocido y clasificado antes de que pueda ser evaluado y de que active la respuesta emocional. En consecuencia, la cognición es una condición previa a la emoción. Ahora bien, la realización de una tarea que no evoca emoción, será cualitativamente distinta de la que hará si provoca algún significado emocional previamente almacenado en la memoria. Estos planteamientos han tenido muchas críticas, pues convierte a las emociones en un proceso de conocimiento secundario a otros como la atención, percepción o memoria.
Actualmente, la psicología cognitiva, no se restringe al paradigma del procesamiento de la información, aunque sigue siendo uno de sus pilares más importantes. Que esté formada por tantas opciones es un problema para ser considerada como un paradigma unitario.
Conceptos básicos
En su sentido más genérico, el término psicología cognitiva implica un conjunto de contenidos que son los que guían la investigación. Esos contenidos hacen referencia a la cognición, que implica la consideración del hombre como ser autoconsciente y activo que busca activamente conocimiento y se halla en un proceso constante de autoconstrucción. Implica también la aceptación de que los procesos de búsqueda y transformación de la información operan sobre representaciones internas de la realidad.
La psicología cognitiva recurre a la utilización de la metodología propia de la psicología como base para establecer inferencias sobre los procesos de conocimiento. Pero no renuncia a metodologías más “blandas” como las que proporciona la psicología social o la psicología de la personalidad.
Limitaciones de la capacidad de procesamiento
El cerebro humano es un sistema de capacidad limitada: los procesos cognitivos requieren “esfuerzo” o recursos. Las características de la tarea a realizar así como las personales determinan la cantidad de esfuerzo necesario para una adecuada ejecución.
Algunos han definido las limitaciones de capacidad como resultado de nuestras dificultades para coordinar al mismo tiempo procesos cognitivos distintos. En psicopatología, esta limitación explica la deficiente actuación de algunos pacientes en tareas sencillas como la detección de señales simples. Para realizar esta tarea es preciso prestar atención y concentrarse, lo que implica entre otras cosas desatender a otras fuentes de estimulación diferentes que actuarían como distractores. Asimismo, la presencia de ciertos síntomas se explicaría aludiendo a la existencia de una limitación básica en la capacidad para procesar información.
Procesamiento selectivo
La mente selecciona ciertos estímulos, situaciones o tareas, ignorando otras que podrían perturbar las elegidas al entrar en competencia con ellas. Este estilo de procesamiento se denomina atención selectiva. Otra cosa diferente es que la ausencia de selección consciente implique siempre que no se registre información: la existencia de un estilo de procesamiento no consciente de información que a menudo actúa paralelamente al procesamiento consciente. Esto indica que la mente es capaz de registrar y elaborar mucha más información de la que podría esperarse.
Etapas de procesamiento
Desde el PI se han propuesto distintos modelos procesuales para explicar los distintos tipos de actividad cognitiva. A pesar de sus diferencias, todos comparten algunas características. Todos los modelos intentan identificar cuáles son los subprocesos más simples en los que puede descomponerse un proceso complejo, y elaboran hipótesis plausibles y verificables acerca de cómo están organizados esos subprocesos. Es aquí donde aparecen la mayoría de las discrepancias: los modelos más sencillos postulan que los subprocesos son fases de procesamiento independientes entre sí, lineales y secuenciales, es decir, que una vez acabada una, comienza la siguiente y. Cada etapa recibe información de la anterior, realizará transformaciones sobre ella y dará lugar a un output que será recogido por la subsiguiente etapa, y así sucesivamente. Este modelo permite averiguar cuáles son los componentes básicos, y cuáles sus invariantes, de los procesos.
A partir de los 70, la investigación se dedicó a identificar las etapas del procesamiento. Surgieron dos modelos complementarios los modelos que postulaban una metodología aditiva y los que utilizaban una metodología basada en la sustracción. Más tarde Sternberg incluyó mediciones sobre el tiempo que cada persona tarda en realizar cada tarea. Este tipo de modelos ha recibido críticas centradas en la excesiva simplicidad.
Actualmente, el sistema cognitivo se concibe como un sistema de módulos de procesamiento, cada uno dedicado a un tipo especial de transformaciones. Algunos módulos reciben información directamente del ambiente, mientras que otros la reciben de otros módulos. Algunos son “cognitivamente impenetrables”, es decir, están involucrados con la estructura del sí mismo, mientras que otros están bajo control voluntario.
Procesamiento en paralelo
En vez de un procesamiento serial, se analizan varios aspectos a la vez, simultáneamente o en paralelo, excepto en los casos en los que la propia naturaleza de la tarea exija un procesamiento secuencial. Esta es la visión más aceptada actualmente. Pero, ¿cómo se produce ese procesamiento en paralelo? Implica tener en cuenta 3 características del procesamiento humano: a) la presencia de un procesamiento paralelo contingente, b) la existencia de jerarquías o estructuras de control y c) la puesta en marcha de procesos y estrategias automáticas vs controladas.
Procesamiento paralelo contingente, modelos bottom-up y top-down y el papel de los esquemas en la organización del conocimiento
Desde una perspectiva de etapas de procesamiento la eficacia de las tareas depende de que se hayan completado con éxito las tareas de las fases anteriores, por lo que las fases son contingentes unas con otras. Pero varios teóricos cuestionaron esto y plantearon como alternativa que los resultados (output) de un proceso concreto de una etapa, fueran continuamente accesibles para los demás, por lo que una etapa comenzará antes de que la previa hubiera finalizado y todas las etapas serían operativas o estarían funcionando simultáneamente.
Las operaciones que se realizan en distintas etapas están bajo la influencia cualitativa (no sólo cuantitativa) de los resultados que se estén produciendo en etapas anteriores. También se producirá un efecto de feedback entre las últimas etapas y las primeras, de modo que el feedback procedente de las últimas etapas de procesamiento puede modificar a las primeras o incluso provocar una reorganización total de las mismas.
Los modelos bottom up (de abajo-arriba) intentan desvelar cómo se produce el flujo de información desde los niveles inferiores a los superiores, mientras que los modelos top down (de arriba- abajo) analizan la información de los superiores a los inferiores. Los modelos top down se ven obligados a postular la existencia de representaciones mentales de orden superior o esquemas, que son representaciones estereotipadas, típicas de situaciones o actividades. Los esquemas contienen información que es válida para una situación o momento específico, pero que es modificable por nuevos inputs. El proceso de comprensión requiere inicialmente identificar el módulo más apropiado para alojar la información mediante un análisis inicial de tipo bottom up para posteriormente realizar un análisis de tipo top down que decidirá cómo debe organizarse e interpretarse la información. Por tanto, la comprensión e integración final del input está predeterminada por estructuras de conocimiento ya existentes que suplirán la información adicional para la realización de inferencias.
El modo en que una situación compleja va a ser interpretada o recordada depende mucho del abanico de esquemas prototípicos que se encuentren almacenados en la MLP. Estas representaciones se adquieren mediante aprendizaje (vicario o directo) por lo que existen diferencias individuales. Así, personas ansiosas tienden a interpretar la información de modo amenazador (o de modo negativo en caso de deprimidos) por una mayor accesibilidad a los esquemas de amenaza/tristeza.
Jerarquías de control
El aprendizaje de habilidades y destrezas motoras está relacionado con el procesamiento perceptivo: solucionar un problema requiere casi siempre la recuperación de datos desde la memoria. Uno de los recursos más utilizados para explicar este modo de actuar es el de apelar a estructuras de control. Esta hipótesis supone que las actividades cognitivas están organizadas de un modo jerárquico y, en el vértice de la jerarquía estaría situada la estructura que controlaría todo el proceso de organización. A su vez, las estructuras situadas debajo controlarían otras inferiores, y así sucesivamente. Se habla de control jerárquico.
Procesos automáticos versus procesos controlados
Constituye otra posibilidad alternativa, aunque no excluyente de la anterior. Una misma actividad cognitiva puede realizarse de un modo cualitativamente distinto por distintas personas (diferencia interindividual) o por la misma persona (diferencia intraindividual) en distintas situaciones. El sistema cognitivo es estratégicamente flexible, pues es capaz de adaptarse a modificaciones ambientales así como lograr un mismo objetivo siguiendo diferentes rutas.
Así surge la distinción entre procesos automáticos y procesos controlados. Los procesos automáticos o rígidos implican secuencias fijas de operaciones mentales que se activan ante una configuración específica de inputs internos o externos, que no requieren atención o esfuerzo consciente, que una vez que han sido activados funcionan de manera independiente de los procesos de control, que pueden actuar en paralelo unos con otros y que se producen gracias a la existencia de redes asociativas ya establecidas (aprendidas o determinadas genéticamente).
Los procesos controlados o flexibles implican secuencias momentáneas de operaciones mentales que una persona activa de forma consciente o intencionada. Consumen recursos atencionales, por lo que están limitados por las propias limitaciones de la capacidad y el esfuerzo atencional. Es muy difícil que se den en el mismo momento dos procesos de este tipo, a no ser que su ejecución seas tan lenta o sus características tan fáciles que permitan la actuación en paralelo. Su gran ventaja reside en su extrema flexibilidad para adaptarse a situaciones nuevas, al contrario de lo que sucede con los automáticos.
Esta distinción es útil para explicar ciertos déficits básicos de la psicopatología de la atención, especialmente en esquizofrenias) y los déficits del procesamiento automático en los trastornos afectivos y por ansiedad.
Del procesamiento de la información a la psicología cognitiva
Todos los conceptos básicos de la psicología cognitiva que se han comentado hasta el momento (capacidad limitada, procesamiento selectivo, etapas del procesamiento, organización jerárquica, etc), son cruciales en la actual psicología cognitiva. Sin embargo, al psicopatólogo le interesa saber no sólo como funciona la mente, sino cuáles son los contenidos mentales sobre los que trabaja, y si produce alguna relación entre el cómo y el qué. ¿Se activan los mismos procesos al recordar algo agradable que al recordar algo desagradable?
La psicología cognitiva actual, y por tanto la psicopatología, tienen importantes raíces también en los ámbitos de la psicología social (investiga contenidos mentales: actitudes, atribuciones, expectativas, valores, etc., que pueden ser o no accesibles a la conciencia y, como ello, modula y da sentido al comportamiento y la actividad humanas) y de la psicología de la personalidad(énfasis en el estudio de la identidad personal, la autoconciencia o el sí mismo). A partir de aquí, es posible alejarse de la metáfora hombre-ordenador y dibujar un cuadro del ser humano mucho más realista. Son muchas las aportaciones que esta “otra” psicología cognitiva ha hecho a la investigación psicopatológica actual.
La psicopatología cognitiva: planteamiento conceptual
La influencia de los planteamientos cognitivos sobre la psicopatología ha sido enorme y ha permitido que se recuperen temas como las alucinaciones, delirios, conciencia o amnesias. En un primer momento el objetivo básico de la psicología cognitiva es el análisis de las estructuras y los procesos de conocimiento que controlan la aparición de los comportamientos y las experiencias extrañas o anómalas, y no tanto las conductas anormales en sí mismas. El énfasis se sitúa en el concepto de experiencia anómala que se hace equivalente a los de disfunción o psicopatología.
Esta perspectiva critica las concepciones reflejas, automáticas y predeterminadas de otros modelos (biomédico, psicodinámico o conductiva) sobre la base de argumentos como: el SNC es un sistema que procesa información. Incluso los reflejos incondicionados más sencillos (reflejo de orientación), implican cognición (la RO es la consecuencia de una reacción al cambio o a la novedad que conlleva la activación de procesos complejos de juicio y comparación). Respecto a postulados como el psicodinámico de la transmisión de energía, argumenta que lo que se transfiere no es energía sino señales e indicios (información) que son los que activan los procesos de conocimiento.
A nivel metodológico utiliza las técnicas y modos propios de la psicología cognitiva (experimental, social y de la personalidad). Así, la psicopatología se configura como un área de investigación básica cuyo objetivo es estudiar primero cómo funcionan los procesos cognitivos anómalos y segundo, cuáles son los contenidos de esos procesos anómalos, que información manejan.
Los principales postulados del modelo cognitivo en el contexto de la psicopatología son:
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El objeto de estudio de la psicopatología con las experiencias, sentimientos y/o actividades, mentales o comportamentales que resultan: a) inusuales o anómalas, b) disfuncionales y dañinas, c) inadaptadas y fuera del control personal y d) que provocan interferencias o deterioro en el desarrollo personal, en el comportamientos y en las relaciones sociales.
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Las experiencias, sentimientos y actividades mentales o comportamentales psicopatológicas se conceptúan en términos dimensionales, lo que implica que: a) es necesario considerar en qué grado se presentan en un momento dado y a lo largo del tiempo, b) qué variables median en su incremento y en su atenuación, y c) en qué grado difieren de la normalidad.
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Las diferencias entre la normalidad y la psicopatología son cuantitativas. No obstante, las diferencias de grado conllevan diferencias cualitativas en el procesamiento de la información y en la forma de experimentar la realidad.
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El objetivo de la investigación psicopatológica es el funcionamiento de los procesos de conocimiento anómalos. Los procesos de conocimiento incluyen no sólo los procesos cognitivos, sino también las emociones, motivos, afectos y sentimientos.
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La investigación de las psicopatologías puede llevarse a cabo tanto en situaciones naturales como en condiciones artificiales.
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La salud mental se define sobre la base de 3 parámetros interrelacionados e inseparables: a) habilidad para adaptarse a las demandas externas y/o internas, b) esfuerzos de autoactualización, es decir, búsqueda constante de novedades y renovación, y c) Sentimientos de autonomía funcional y de autodeterminación
Modelos y realidad clínica
La realidad clínica no se ajusta bien a los modelos que la respaldan. Ej: aplicación de la terapia de la conducta). El enorme distanciamiento entre la teoría y la práctica se debe a lo que Lazarus definía como eclecticismo técnico. Aunque un científico no debe ser un ecléctico, un clínico no debe o no puede permitirse el lujo de no ser ecléctico. Un acercamiento crítico a esta problemática podría ser una aproximación multidisciplinar en lo que concierne a los problemas psicopatológicos.
Tal vez, la aproximación multidisciplinar sea más bien metodológica que epistemológica. En la actualidad, tanto los psicopatólogos conductuales como los cognitivos emplean el sistema categorial vigente de clasificación y diagnóstico de la APA (fruto principalmente del modelo médico). El problema surge cuando se trata de hacer una aproximación multidisciplinar epistemológica de sistemas teóricos irreconciliables, lo que crea una incompatibilidad entre los dos principales modelos de la psicopatología. Si la “revolución cognitiva” consiste en introducir el uso de variables intervinientes teóricas como el pensamiento, más que un cambio de paradigma, en realidad es un retorno al conductismo metodológico (Tolman). Un psicólogo cognitivista puede ser conductista o mentalista dependiendo del estatus de los términos “intencionales” (que sean trasladados en términos conductuales o no).
Existe actualmente una importante evidencia científica en psicopatología que podría englobarse en el modelo cognitivo. Sin embargo, una de las principales dificultades para asumir que este modelo de psicopatología tiene un estatus científico claramente diferenciado del conductual, es el gran solapamiento conceptual entre ambos modelos, entre los conceptos de cognición y condicionamiento.
Muchas de las teorías psicopatológicas que se han propuesto como cognitivas, son igualmente conductuales. Existe interrelación entre los procesos conductuales y cognitivos (el condicionamiento genera cogniciones que, a su vez, afectan al curso del condicionamiento). El condicionamiento pavloviano (neocondicionamiento) se entiende actualmente en términos de procesamiento de la información (modelo SOP de Wagner: estímulos como unidades de información). Ni el condicionamiento se limita a lo involuntario, inconsciente y automático, ni lo cognitivo, a lo controlado, voluntario y consciente.
Según Rappe, los términos cognitivo y condicionado han sido utilizados durante muchos años con un sentido político. Si abandonamos las inclinaciones políticas respecto al condicionamiento vs cognición, y utilizamos orientaciones (E-E) más contemporáneas, ciertos fenómenos psicopatológicos pueden comenzar a ser comprendidos desde la perspectiva del condicionamiento.