El proceso motivacional

INTRODUCCIÓN

En el capítulo anterior hemos visto cómo la motivación es un concepto que ha sido utilizado para hacer referencia a un conjunto de fuerzas que actúan dentro de un organismo, para comenzar, mantener y dirigir su s conductas, con el objetivo principal de proporcionarle una mejor adaptación y, por consiguiente, una mayor probabilidad de supervivencia.

La mayoría de los investigadores que estudian la motivación consideran la existencia de alguna fuerza o fuente de energía, responsable de activar el comportamiento de los individuos. Algunos autores indican que existe una única fuente de energía, que actúa a modo general en todos los individuos y en todas las situaciones, pero esta consideración cae por su propio peso porque no ava la la existencia de la gran diversidad de acciones y situaciones. Otros, al contrario, señalan que la fuerza impulsora es específica en cada caso y que cada conducta tiene su propia fuente de energía; por ejemplo, cuando un individuo tiene hambre, su conducta se activa y se dirige exclusivamente hacia la obtención de la comida, con el propósito de saciar esta necesidad. Esta postura, que es la más exten dida entre los investigadores, supone que la energía que activa la conducta también cumple una función directiva.

Partiendo del concepto de motivación, que definimos en el capítulo anterior, como proceso adaptativo que energiza y dirige el comportamiento hacia un objetivo o meta de una actividad, a la que instiga y mantiene, ahora vamos a profundizar más en los conte nidos que hemos plasmado en ella, con el fin de concretar el objetivo de este capítulo, que es el proceso motivacional.

En primer lugar, debemos incidir de nuevo en que la motivación es un proceso adaptativo relacionado estrechamente con la supervivencia y con el crecimiento personal de los individuos. Así, para muchos autores, la motivación es un proceso dinámico que tiene como principal objetivo aumentar la probabilidad de adaptación del organismo a las variaciones que tiene el medio ambiente; es decir, actúa como un elemento esencial para que los individuos consigan sus metas u objetivos, ya sea para su propia existencia, o para la obtención de sus diferentes logros sociales.

Para Ferguson (2000), la motivación es un proceso dinámico interno que energiza y dirige las tendencias de acción de los individuos; esto significa, que al ser un proceso dinámico, puede implicar un cambio o variabilidad en la manera de actuar de los individuos con el objetivo de conseguir un fin concreto. Esta autora norteamericana estima que la variabilidad de la motivación se puede hacer evidente de dos maneras distintas:

  1. Haciendo referencia a la intensidad en la movilización de la energía o cantidad de esfuerzo que es necesario realizar para llevar a cabo la acción. En este caso, la variabilidad de la intensidad indica la fortaleza o la debilidad de la motivación, según sean los aumentos o disminuciones que se producen en la movilización de la energía y en la cantidad de esfuerzo que se utilizó en la acción; por lo que, en definitiva, la intensidad es una variable cuantitativa que se refiere a cómo de fuerte es la motivación. La intensidad o aspecto energético puede variar desde un extremo letargo hasta una intensa alerta y/o capacidad de respuesta. Por ejemplo, cuando nos despertamos por la mañana, la mayoría de nosotros no estamos llenos de ánimo y vigor: tendemos a caminar, a hablar y a actuar con lentitud. En esos momentos del día, la cantidad de energía que empleamos para trabajar es bastante más baja en comparación con la que necesitamos unas horas más tarde. Este ejemplo ilustra muy bien el aspecto energético de la naturaleza dinámica de la motivación, ya que son bien conocidos los cambios en alertamiento y en la capacidad de respuesta que se producen a distintas horas del día, o cuando las circunstancias cambian en un momento determinado. De este modo, podemos decir que la intensidad o aspecto energético de la motivación hace referencia al hecho de que cuando uno está muy motivado, está más alerta y es más sensible, y por consiguiente realiza un mayor esfuerzo en las acciones que desarrolla. Este aspecto energético ha recibido diferentes denominaciones, desde el término inglés arousal (Anderson, 1990; Brehmy Self, 1989; Revelle, Anderson y Humphreys, 1987; Thayer, 1989), que ha sido relacionado con los patrones específicos de la actividad cerebral (Munk et al., 1996; Steriade, 1996; Steriade et al., 1993), pasando por el término tensión dinamogénica (Courts, 1942), hasta movilización de energía (Duffy, 1951); sin embargo, de forma genérica, normalmente se utiliza el término de activación para indicar el aspecto energético, cuantitativo o de intensidad de la motivación (Duffy, 1962; Malmo, 1959; Thayer, 1970).
  2. Haciendo referencia al tipo o calidad de lamotivación que conduce a la dirección selectiva de la acción, es decir, nos indica hacia qué objetivo se dirige la acción. Este aspecto implica una se lección de la dirección para la ejecución de la acción, estableciendo de qué modo o hacia qué meta se dirige esta. D ependiendo del tipo de motivación, por ejemplo, el hambre en comparación con la sed, se produce un a u otra dirección. Por tanto, el aspecto direccional de la motivación es la variable cualitativa que está relacionada con la se lección de objetivos o antecedentes a los cua les el individuo responde. Por ejemplo, comer cuando se está hambriento, beber cuando se está sediento o huir de un estímulo cuando se está temeroso; así, un estudi ante que no ha tomado ningún alimento mientras dedicaba muchas horas a estudiar, cuando termina su actividad puede camin ar una larga distancia para obtenerlo, pero, en cambio, no parece tener mucha energía para ir con sus amigos. Sin embargo, el estudiante que también ha estudiado durante muchas horas pero ha realizado una buena comida mientras tanto, al terminar su actividad puede camin ar una larga distancia, no para obtener alimentos, sino para sa lir con sus ami gos. En estos casos, los diferentes objetivos y circunstancias cond ucen a una dirección distinta de las acciones. Por eso, este segundo aspecto es también importante en la naturaleza dinámica de la motivación, ya que proporciona la dirección se lectiva a la variedad de acciones que vamos a mostrar en diferentes circunstancias y estados internos.

En la mayoría de las definiciones propuestas sobre el concepto de motivación, se recogen de alguna manera, tanto los aspectos energéticos o de activación de la conducta como los aspectos de dirección a la que dirigimos esta. Los aspectos cuantitativos y cualitativos de la motivación son complejos, y lo que se sabe de ellos, hoy en día, es el resultado de largos años de investigación. En algunos periodos, los investigadores se han centrado en los aspectos direccionales y, en otros, lo han hecho en los aspectos energéticos. Durante el predominio del conductismo, la motivación fue considerada en términos de función energizante, porque era lo úni co que se podía observar y medir, o lvidand o los aspectos direccionales porque ello implicaría la aceptación de procesos mentales (Duffy, 195 1; M almo, 1957). Por el contrario, durante el predominio de la psicología cognitiva, el énfasis fue más evidente en los aspectos direccionales, porque ellos requerían ya la intervención de procesos mentales (Bower, Gil liga n y Monteiro, 1981). En términos genera les, se puede decir que la dirección se refiere a la forma selectiva en que la energía es gastada y/o experimentada, mientras la activación se refiere a la cantidad o intensidad de esa energía.

Ambos aspectos, que vamos a desarrollar a continuación, van a tener un papel muy importante en el proceso motivacional que aborda remos después.

ACTIVACIÓN

Para realizar cualquier actividad o conducta, un organismo neces ita siempre un cierto nivel de energía, pues sin ella la conducta nun case llega rá a producir. En psicología, a la característica energizante de la motivación se la conoce con el nombre de activación. Por consiguiente, se puede decir que la activación es la propiedad que da energía a la motivación, puesto que es una de las variables responsables del inicio, del mantenimiento, de la intensidad y de la f inalización de la conducta motivada. De este modo, cuanta más activación tenga una person a, más motivada se encontrará para realizar la conducta; por el contrario, si no hay activación no se producirá, consecuentemente, la motivación y, por ello, la conducta.

Concepto de activación

La activación aba rca múltiples áreas de actuación. Lacey (1967) señaló que la activación de un organismo se puede manifestar, al menos, mediante tres diferentes niveles de actividad: electrocortical a través del Sistema Nervioso Central (SNC), fisiológica a través del Sistema Nervioso Autónomo (SNA), y por la actividad motora (o conductual); así, cuando nos sentimos activados, emitimos mayor número de respuestas conductuales, presentamos mayor reactividad fisi o lógica y más actividad electrocortical.

El concepto de activación era ya conocido en psico logía desde las aportaciones de Walter Bradford Cannon (1872-1945), fisiólogo de la Universidad de Harvard, sobre las funciones psicofisiológicas de los estados emocionales y motivacion ales. Según Cannon (1929), dicho concepto se identificaba con la activación fisiológica del organismo y, más concretamente, con los cambios y/o respuestas fisiológicas del SNA. Para él, los cambios fisiológicos que acompañan a los esta dos motivacionales tenían como principal función preparar al organismo, desde el punto de vista energéti co, para actuar de forma adaptativa según las demandas de una situación determinada, es decir, que los cambios fisiológicos variaban so lo en función de las demandas de movilización de los recursos energéticos en cada situ ació n; de es ta manera, la activación tenía una función mot ivacion al energética. Cannon identificaba el concepto de activación on alguna alteración de las respu estas fisiológicas del organismo; según él, una persona activada era una persona con una alteración en sus respuestas fisiológicas (por ejemplo, cuando un corredor de atletismo ini cia una carre ra, se alteran muchas de sus respuestas fisiológicas, como puede ser su tasa cardi aca). Esta activación tenía una función motivacional energética, es decir, dotar de energía al ind ividuo para poder realizar la conducta motivada (por ejemplo, correr en una carrera de maratón); por eso afirmaba que las respuestas fisiológicas variaban so lamente cuando el sujeto tenía necesidad de una demanda de energía para realizar una actividad (en el ejemplo, correr la carrera de maratón), pero cuando estaba en reposo no se producían cambios fisiológicos significativos.

Antes de continuar, debemos record ar escuetamente que la principal función del Sistema Nervioso Autónomo (SNA) es regular el funcionamiento de los órganos o vísceras del organismo, que funcionan de ma nera independiente a la vo luntad de los individuos (por ejemplo; regula el corazón); para ello cuenta con dos ramas distintas que disponen de mecanismos antagónicos: la rama simpática y la rama parasimpática. Así, cuando predomina la rama simpática se produce, por ejemplo, un aumento en la tasa card íaca, de la presión arteri al y de la frecuencia respiratoria; en cambio, cuando predomina la rama parasimpática se reduce la tasa cardíaca, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria; actuando ambas de una manera inversa.

Cannon consideraba que el control de la función motivacional energética también se realizaba a través de la acción combinada de las ramas simpática y paras impática del SNA. La rama simpática, responsable de los cambios fisiológicos presentes en las emocio nes y en los estados motivacionales, tenía como principal función la movilización de energía; en cambio, la ra ma parasimpática, dominante en los estados vegetativos, tenía como función la conservación de esa energía. Las dos ra mas actuarían coordin adamente, pero de forma inversa, de manera que cuando se activaba una, la otra se inhibía, y viceversa.

Esta actividad fisiológica de las ramas del SNA se podía medir con instrumentos adecuados (polígrafos), permitiendo de esta manera investigar, por primera vez, de un modo empíri co los procesos motivacionales, midiendo las variaciones o cambios fisiológicos producidos durante la actividad.

Características de la activación

Según Petri y Govern(2005), la primera y principal característica de la activación es que activa la conducta y, por tanto, inicia la conducta motivada. Un buen indi cador para saber si la conducta motivada está activada es que dicha conducta se pueda observar públicamente, pero no siempre la conducta activada es una conducta manifiesta u observable públicamente, porque puede ocurrir que aunque no veamos ninguna conducta observable si puede haberse producido una respuesta interna y, de este modo, también se haya activado la motivación. Un ejemplo mu y gráfico se ría la conducta del conejo que se paraliza ante la presencia de un depredador, lo que no signi fica que la activación no actúe sobre él, puesto que puede tener un aumento desorbitado de pu lsaciones cardíacas debidas a la inminencia de peligro, y aunque en ese momento permanezca completamente quieto y no se observe ninguna conducta observable, si puede estar muy activado. Por eso, podemos afirmar que toda conducta manifiesta es una conducta activada, pero no toda conducta activada es man ifiesta; de igual modo, podemos decir que la conducta manifiesta es una prueba indudable de la existencia de la activación. Por otro lado, es evidente que en muchas ocasiones los cambios de motivación modifi can la conducta manifiesta, de forma que los incrementos en la activación inician las conductas manifiestas, mientras que los decrementos las finalizan.

La segunda característica de la activación es su persistencia o insistencia en el comportamiento, que está directamente relacionada con el mantenimiento de la conducta motivada. Así, podemos considerar que cuando un organismo está motivado, persiste en su conducta hasta conseguir su objetivo; por ejemplo, los animales hambrientos persisten en sus intentos de conseguir alimento y no paran hasta obtenerlo. Por esta razón, numerosos psicó logos han considerado que la persistencia o el mantenimiento de la conducta es también un índice claro de motivación, en el sentido de que a mayor activación, más persistencia en el comportamiento y, por tanto, mejor motivación. También Ferguson (201O) confirmó que una de las principales características de la motivación es que conduce a la instigación y a la persistencia del comportamiento.

La tercera característica de la activación es la intensidad, también denomin ada fuerza o vigor de la conducta motivada. En diversas investigacio nes llevadas a cabo en laboratorios con animales, se ha encontrado una corre lación positiva entre el nivel de intensidad de la conducta y el nivel de motivación, por lo que se podría establecer que a mayor intensidad de la activación se produciría también mayor intensidad en la conducta. De este modo, una conducta firme y decidida presentaría una motivación más fuerte que una conducta débil o vacilante; por ejemplo, una rata que corre más rápidamente que otra por un corredor recto lo hace porque se siente más motivada. Sin embargo, según Petri y Govern(2005), al igual que en otras características de la activación, este hecho no siempre significa una motivación más intensa, ya que su conducta puede no provenir solo de la activación, sino que pueden intervenir además otros factores, como el aprendizaje; por ejemplo, es posible enseñar a una rata que la respuesta adecuada para obtener comida es apretar con mucha fuerza (intensidad) una palanca.

En resumen, la iniciación de la conducta motivada, la persistencia en el comportamiento y la intensidad en la conducta motivada son las tres características de las propiedades activadoras que, en condiciones adecuadas y suponiendo que descartemos otros factores, constituyen los indicadores de la existencia de la motivación.

Estudios sobre la activación

Ferguson (2000) señala que, durante mucho tiempo, la movilización de la energía y el gasto energético de la conducta han sido asuntos de interés para muchos psicólogos e investigadores. Se ha intentado conocer las variaciones del gasto energético, estudiando, por ejemplo, cuánta energía gasta un individuo en la realización de una tarea determinada o cómo varía ese gasto en un determinado periodo de tiempo. También se ha tratado de averiguar, por ejemplo, qué circunstancias conducen a una alta activación, en qué momento del día es más probable que la activación sea más alta o más baja, qué relación existe entre la activación y los procesos fisiológicos, cómo afectan los diferentes niveles de activación en la ejecución de una conducta y, lo que es más importante, cuál es la relación entre rendimiento y activación.

Ferguson (201O) afirma que en muchos estudios e investigaciones sobre activación se ha utilizado el término arousal para describir el aspecto energizante de la motivación, pero en realidad ese término lo que significa exactamente es un estado de alerta o nivel de vigilia de un individuo en un momento determinado. Como resultado de las numerosas investigaciones sobre la activación, se puede decir que esta varía desde el sueño más profundo hasta situaciones de máxima alerta o vigilia. Los estudios sobre la activación, comparando situaciones de sueño con situaciones de alerta y entre las diferentes fases del sueño, han determinado que se produce una alta activación cuando existe un aumento en la alerta, cuando se tiene una mayor capacidad de respuesta y cuando se obtiene un mayor nivel general de excitación fisiológica (Home, 1988).

En términos conductuales, el concepto de activación hace referencia concretamente a una mayor amplitud, frecuencia y duración de las respuestas de los individuos; así, en condiciones de alta activación conductual, las respuestas son más intensas, más frecuentes y más duraderas. En este mismo sentido, algunos investigadores, como M almo (1957), han demostrado que la mayor activación en los individuos conduce a una mayor variedad de respuestas y, en cambio, M enéndez (1983) ha comprobado que un aumento de activación les hace responder a una gama más estrecha de estímulos, respondiendo solo a los estímulos más beneficiosos, seleccionando mejor entre los posibles estímulos a responder. Ambos estudios aunque son distintos no son contradictorios.

En términos fisiológicos, el concepto de activación hace referencia al aumento de la actividad fisiológica que se asocia, principalmente, con la actividad del SNA. Por ejemplo, el corazón está inervado por muchas vías del sistema nervioso simpático, y los cambios en su actividad pueden ser medidos a través del registro del electrocardiograma (ECG), que a menudo se utiliza como medida fisiológica de activación. En este sentido, en numerosos estudios se ha encontrado un aumento de la tasa cardiaca, cuando la activación es inducida por métodos como la privación de alimentos o la presentación de eventos que suscitan miedo (Watson, Gaind y Marks, 1972). Del mismo modo, se han detectado cambios en la presión arterial debidos a variaciones en los niveles de activación (Engel, 1959; Averill, 1969; Anderson y Brady, 1971 ; Krantz y Falconer, 1995). Dependiendo de la tarea y de la naturaleza de la activación, se pueden producir diversos tipos de cambios fisiológicos que implican variaciones en la actividad del SNA. Los cambios cardiovasculares en activación pueden producirse debido al aumento de la actividad de la rama simpática del SNA o a una disminución de la actividad de la rama parasimpática del SNA (Krantz y Falconer, 1995); así, el afrontamiento de un gran esfuerzo conduce a cambios cardiovasculares que están bajo la influencia de ambas ramas del SNA (Obrist, 1981).

Se han empleado también otros tipos de medidas para evaluar la activación fisiológica del SNA. Una de las más utilizadas hace referencia a la actividad electrodermal, que sirve para medir los cambios en las respuestas de conductancia (Skin Conductance Response o SCR) o las respuestas de potencial (Skin Potencial Response o SPR) en la superficie de la piel de los individuos. Otras medidas fisiológicas de activación son: el electromiograma (EMG) que sirve para el registro de la acción muscular, la amplitud y frecuencia respiratoria, el ritmo y volumen sanguíneo, la temperatura corporal, la motilidad digestiva, las mediciones neuroendocrinas en muestras de sangre u orina, etc.

Por otro lado, la activación también puede producir cambios importantes en el sistema nervioso central (SNC), en concreto, en algunas áreas específicas del cerebro (Steri ade, 1996); por ello, los estudios contemporáneos sobre activación en la actividad ce rebral utiIizan los registros del electroencefa lograma (EEG). En el capítulo 9, abordaremos con mayor detenimiento estos tipos de medidas.

Al variar las tareas y situacion es que se exigen a los ind ividuos, también se produ cen diferentes reacciones de activación. Las situaciones pueden requerir una respuesta tranquil a o una respuesta brusca e inmediata, y por consigui ente tendrán unas reacciones fisiológicas y conductuales distintas de acuerdo con tales exigencias situacionales.

  • Lacey (1967) denominó a esas disociaciones entre las respuestas fisiológicas y conductuales con el término fra ccionamiento direccional de respuestas; por ejemplo, ante un mismo estímulo, un individuo puede responder fisiológicamente de manera distinta de como lo hace conductualmente, pudiendo ocurrir que aumente su tasa cardiaca y disminuya el número de conductas emitidas. En el ejemplo del conejo ante la presencia del depredador, la respuesta fisiológica (a umento de las pulsaciones cardiacas) no se corresponde con la respuesta conductual (se paraliza, no hay conducta), por lo que se produce un a disociación entre estas respuestas, y, por tanto, se produce un fraccionamiento direccional de respuestas. Estudios posteriores a Lacey, han confirmado que, en función de la activación, se han obtenido ciertas variaciones entre las respuestas fisiológicas y las conductuales.
  • Por el contrario, el término respuesta estereotipada (Lacey y Lacey, 1958) describe el hecho de que para un a amplia gama de estímulos o de situaciones estimulares, pueden proporcionar los mismos patrones de respuestas fisiológicas o conductuales, teniendo cada individuo patrones fisiológicos estables y respuestas conductuales úni cas. Por ejemplo, un a respuesta estereotipada ante un a situación estimular de páni co puede provocar un aumento en la tasa cardíaca, un aumento en el número de respuestas motoras y un aumento en la frecuencia respiratoria, confeccionando un patrón homogéneo de respuesta.

También se han empleado las medidas de autoinforme, que son cuestionarios que cumplimenta el propio sujeto sobre aspectos de su situación personal, para estudiar la activación de los seres humanos, con el fin de conseguir datos válidos y fiables para poder relacionarlos con los estados internos de activación. Se ha utilizado el autoinforme para medir, tanto la activación momentánea o estado de activación, como la activación en términos de rasgo. Cuando utilizamos el auto informe para medir la actividad momentánea o estado de activación, estamos midiendo lo que un sujeto siente en ese momento; por ejemplo, le preguntamos: ¿tiene ahora palpitacion es? La respuesta a esta pregunta la contesta el propio sujeto, e indi ca, en este caso, el estado físi co en que se encuentra él mismo en ese momento. Cuando utiliza mos el autoinforme para medir la activación en términos de rasgo, estamos haciéndole preguntas que están más relacionadas con los rasgos de personalidad del propio sujeto; por ejemplo, ¿es Ud. optimista? La respuesta del sujeto señala un sentimiento propio, pero no ya en un momento concreto, sino como planteamiento personal que ocurre en su vida. En ambos casos se han empleado distintos tipos de pruebas o esca las, puesto que una esca la de estado revela diferentes aspectos de la activación que un a esca la de rasgo. Las esca las de rasgos y las esca las de estado de activación pueden ser complementari as, puesto que sirven para un a función diferente; por ejemplo, dos individuos pueden diferir considerablemente en su rasgo, o en su disposición a ser activados, pero su estado de activación puede no diferir cuando ambos se encuentran en una situación de calma o descanso. En ocasiones, puede ocurrir que los datos derivados de un autoinforme y los datos fisiológicos reales obtenidos con un instrumento de medida sean contradictorios; por ejemplo, cuando un sujeto indica que se siente relajado y, en cambio, su presión sa nguínea es muy elevada.

Thayer (1989), estableció una interesante distinción al estudiar la activación. Examinando numerosos estudios sobre la activación, determin ó que estaban implicados dos estados diferentes de activación, distinguiendo entre una activación energética y una activación tensa. Para comprobar dicha distinción, desarrolló un a esca la (o cuestionario) para medir ambas actividades, partiendo del supuesto de que los estados de activación de las person as varían en función de las circunstancias en las que se encuentren. Para llevar a ca bo su investigación, examinó las principales características de la activación, identificó las situacion es en las que aumentaba o disminuía y determinó qu é medidas fisiológicas correlacionaban con las medidas conductual es en las diferentes situaciones de activación. Para Thayer (1996), la activación energética hace referencia a una dimensión que oscila entre un extremo de activación máxima (caracterizado por el máximo vigor o energía) con otro extremo de mínima actividad (caracterizado por la fatiga o cansancio), y que se relacion a con los sentimientos positivos (principalmente, sentimientos apetitivos o de aproximación), en los cuales los sujetos normalmente se sienten vigorosos y animados; mientras que la activación tensa hace referencia a otra dimensión distinta que oscil a entre un extremo (caracterizado por la ansi edad o el mi edo) y por otro (caracterizado por la calma o la quietud), y que se re laciona con situaciones negativas (relacionadas con situ aciones de emergencia o peli gro, como son los estados de amenaza, ansi edad o mi edo), en los cuales los sujetos activan un mecanismo de evitación que se pon e en funcionamiento en aq uellas situ acion es que entrañan un peligro real o imaginario, sintiéndose nerviosos o tensos. Ambas activaciones son muy diferentes entre sí porque presentan características completamente distintas, tanto en las respuestas f isiológ icas como en las conductuales. Por ejemplo, una persona se activa energéticamente cuando ve a una chi cao a un chi co atractiva/o caminando por la calle; por el contrario, esta rá nervi osa o con mi edo, activada tensamente, cuando intenta huir de un perro suelto que le está lad rando o amenazando con gruñidos. Entre sus principales conclusiones, señala que los dos estados de activación presentan características muy diferentes y se activan en ci rcunstancias o situacio nes totalmente distintas. Esta diferenciación tuvo importantes implicaciones en algun as teorías poste ri ores sobre la activación.

Activación y rendimiento

Muchas investigaciones en torno a la activación han permitido explicar las relacion es entre motivación y rendimiento (entendiendo por rendimiento, a la capacidad efectiva de ejecución o dominio que se demuestra en una tarea); y concretamente, han intentado comprender de qué modo la activación afecta a la ejecución en diversas actividades.

En general, los resultados de las investigacion es sugieren que cuando aumenta la activación, también lo hacen la reactividad fisiológica y la actividad motora. De hecho, se ha postulado una relación directa lineal monotónica entre la activación y las respu estas fisiológ icas y motoras, en el sentido de: a mayor motivación, mejor rendimiento. Esto significa que tanto los humanos como los animales, cuando están activados, presentan mayor reactividad fisi ológica y una mayo r actividad motora; es decir, se mueven más deprisa y tienen un as respuestas más rápidas y prolongadas, especialmente cuando se trata de la actividad motora gru esa (como andar, correr, saltar, etc.). Así, en multitud de experimentos realizados con diversas especies animales, se ha observado que cuando la activación es alta se produce un aumento en la velocidad, en la persistencia y en el esfu erzo de las conductas realizadas. Los datos empíri cos demuestran claramente que la activación inducida (por ejemplo, por el hambre), aumenta la actividad de los an imales durante las pruebas experimenta les, y se puede decir que, en general, muchas condiciones de activación conducen a una mayor activid ad de las conductas de los animales; por consiguiente, el individu o que está más hambriento o sediento es probable que sea más persistente y vigoroso y que, por tanto, realice más esfuerzo en sus acciones, con el fin de saciar sus necesidades. En este mismo sent ido, las investigaciones de Brehn y Self (1989) sobre la dimensión de la intensidad en la motivación, señalaron que: «a mayor potencial de motivación, mayor es la cantidad de energía que una persona estaría dispuesta a movilizar», vinculando expresamente la activación con la conducta manifiesta mediante la sigui ente afirmación: «la función directa de la activación motivacional es la producción de la conducta instrumental».

Algunos teóricos que han estudiado muy a fondo la activación, han encontrado algunas diferencias al relacionar la reactividad fisiológica y con el rendimiento en una tarea. Mientras que se ha conf irmado que la activación sí se relaciona linea lmente con la reactivi dad f isiológica, no lo hace de la misma forma con el rendimiento en la ejecución de una tarea, puesto que se ha observado una re lación curvilínea en forma de U invert id a (ver figura 3.1). En este sentido, Yerkes y Dodson (1908) ya apreciaron que el rendimiento (o eficacia) en la ejecución de determinadas tareas dependía del nivel de motivación (activación), postulando una ley en la cual se relacionaban curvilínea mente, en forma de U invertida, el nivel de motivación con el rendimiento en la ejecución de un a tarea.

La ley de Yerkes-Dodson, como así se conoce, postulaba que el nivel de motivación tiene un punto óptimo entre los va lores intermedios de activación, de forma que un nivel excesivamente alto o excesivamente bajo empeora el rendimiento, es decir, existe un punto de activación óptimo para conseguir un mejor rendimiento, que se establ ece en el términ o medio, y, por tanto, los va lores de poca o alta activación mostrarían unos rendimientos menos efi caces. M edio siglo más tarde, la teoría de la activación de Hebb(1955) coincidía con la propuesta de una relación curvilínea tipo U invertida entre activación y la ejecución de la conducta. Según esta teoría, cuando una persona se encuentra en un estado de baja activación, como ocurre cuando se está relajado, la conducta muestra poca eficacia y precisión; en cambio, cuando la activación aumenta aproximándose a un nivel intermedio, la ejecución mejora haciéndose más eficaz y precisa, pero más allá de este nivel de activación, la ejecución empeora significativamente. La principal aportación de esta teoría fue demostrar experimenta lmente la existencia de un nivel óptimo de activación para conseguir la máxima eficacia en la ejecución de la conducta.

Con respecto a las relaciones entre la activación y la ejecución en función de la dificultad de la tarea, Yerkes y Dodson (1908) afirmaron que el nivel óptimo de activación está inversamente re lacionado con la dificultad de la tarea, de manera que niveles más altos de activación son óptimos cuando se requiere realizar tareas simples y ni ve les relativamente menores de activación son mejores al realizar tareas complejas; es decir, cuanto más compleja es la tarea, menor es el nivel de activación que puede tolerarse sin que interfiera con el desempeño (Morris y Maisto, 2005). Dicho de otra manera, que una alta activación conseguía el mejor rendimiento en las tareas fáciles y que una baja activación producía el mejor rendimiento en las tareas más difíciles.

Se ha observado que los niveles óptimos de activación son específicos de cada tarea, puesto que tareas muy difícil es o que demandan un esfuerzo intelectual (por ejemplo, estudiar) presentan su punto óptimo en niveles relativamente bajos de activación, mientras que otras más sencillas que requieren persistencia o resistencia (como practi car un deporte) presentan ese punto óptimo en niveles más altos de activación. Por ejemplo, en el momento de realizar un examen, el estudiante excesivamente activado no obtendrá el rendimiento más adecuado.

Sin embargo, es tudios posteri ores sobre este mismo asunto, aunque seguían suponiendo que el nivel óptimo de activación va ri aba en función del tipo de tarea y no solo en su dificultad, no adoptaron una postura unánime, puesto que las investigaciones sobre las relaciones entre activación y rendimiento llegaron a ser tan sumamente complejas que no permiti eronadoptar una postura definiti va. Una de las razones de la falta de unanimidad fue que en la mayoría de los estudios no se d istingui ó entre activación tensa y activación energética, como ya indica mos y que propuso posteriormente Thayer (1989), puesto que los efectos de cada una de ellas actu aban de forma muy diferente en la ejecución; por ejemplo, un aumento de activación energética producía incrementos linea les en el rendimiento, mientras que un aumento de activación tensa producía disminucio nes en la calidad del rendimiento.

Para concluir este apartado, podemos confirmar que la activación es uno de los dos componentes básicos del proceso motivacional, y que es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que se desencadene la conducta motivada. No obstante, algunos autores como Birch et al. (1974) consideran que la activación no debería ser el aspecto más importante del proceso motivacional, puesto que el organismo siempre se mantiene en continua actividad, lo fundamental es examinar las condiciones que lo impulsan a pasar de una actividad a otra; por eso proponen, que lo verdaderamente relevante para que el proceso motivacional se produzca no es la activación sino la dirección de la conducta.

DIRECCIÓN

Concepto de dirección

No es posible explicar la conducta motivada únicamente mediante la activación, hace falta que, además del aspecto energizante del comportamiento, el individuo pueda seleccionar los objetivos o metas hacia dónde dirigir sus conductas. Es más, algunos investiga dores, como Beck (2000), incluso consideran que la activación no es el factor más importante para que se produzca la conducta motivada, sino que lo fundamental es considerar la dirección de la conducta que constantemente está realizando el individuo, es decir, cómo este va cambiando de una acción a otra. Así pues, para que el estudio del proceso motivacional se pueda realizar correctamente, es necesario entender los procesos que proporcionan tanto los aspectos energizantes como los aspectos direccionales del comportamiento.

Este segundo aspecto de la natu ra leza dinámica de la motivación, proporciona la dirección a la vari edad de acciones y tendencias que van a mostrar los indivi duos en las diferentes situaciones y estados internos del organismo (Ferguson, 2000); dicho de una manera simple, la dirección es la parte de la motivación que se encarga de dirigir la conducta motiva da al lugar adecuado para conseguir su objetivo o meta. Por ejemplo, cuando tenemos hambre, va mos a la nevera para pica r algo y cuando tenemos sed, abrimos el grifo del agua para beber. El aspecto direccional de la motivación no se refiere ya al aspecto cuantitativo que presentaba la activación, sino al aspecto cualitativo de las acciones y tendencias, es decir, se refiere a las características se lectivas por las cuales se produce la variación de la clase de objetivos a los que responde el individuo. Por eso, siempre que un individuo está motivado, se encuentra implicada una clase específica de motivación, y los diversos objetivos conducen a una dirección diferente en las acciones. Por ejemplo, co memos cuando estamos hambrientos, descansa mos cuando esta mos agotados, o huimos de un estímulo aversivo cuando estamos temerosos. Pero, ¿cómo decidimos orienta r nuestra conducta en una u otra dirección? El propós ito de este apartado es examinar las variables que diri gen a la conducta motivada.

Es preciso señalar que algunos psicó logos consideran la dirección como un ín dice claro del estado motivacional que tiene el individu o, y que por esta razón adquiere una importante función para predecir la conducta motivada. En la mayoría de los casos, la dirección de la conducta es cla ra y no resulta relevante, por ejemplo, cuando el sujeto tiene so lo un a alternati va de respuesta, como ir a la neve ra cuando tiene hambre; pero no es tan cla ra cuando existen vari as posibilidades de elección, que le permitan decidir qué conducta hacer y hacia dónde orientarla. En estas circunstancias, cuando las pos ibilidades de elección aumentan, es más difícil que se produzca la predicción de la conducta motivada, puesto que la actuación del sujeto dependerá del va lor funcional de cada una de las pos ibles alternativas. En estos casos, la característica de dirección adquiere un a importante consideración que pone de mani fiesto la relevancia de este elemento en el proceso motivacional.

Según Fernández-Abascal (1995), el concepto de direcciona li dad de la conducta abarca tanto a los objetivos determinados genéticamente como a las metas y objetivos típicos del comportamiento humano. Indica que el aspecto direccional de la motivación es una característica que diferencia al hombre del resto de los animales, e incluso diferencia también al propio ser humano, pues no se produce la misma direccionalidad de la conducta en un bebé que en un adulto, ya que el desarrollo de las capacidades psíquicas y la interacción con el aprendizaje van modificando, con la experiencia, la capacidad direccional del comportamiento. Por ejemplo, el bebé que busca el pecho de la madre para tomar su leche, es una muestra de la direccionalidad determinada genéticamente, pu esto que el mamar es una conducta innata; en cambio, el ir al supermercado a comprar un litro de leche, es una muestra de la direccionali dad típi cadel comportamiento humano, pu esto que comprar es una conducta adquirida que se aprende.

Variables de la dirección

En general, se puede decir que todos los organismos están en un estado de continua motivación, debido a que siempre existe algún objetivo hacia el cual dirigir sus conductas. La manera de conseguir un determinado objetivo, dependerá del esfuerzo, de la persistencia y de la dedicación que po nga el individuo, así como de la relevancia que tenga para él, y de lo dispuesto que esté en obtenerlo. En este sentido, Palmero (2005) señala que hay dos variables que intervienen en la consecución de los objetivos: por un lado, la expectativa de su consecución y, por el otro, su grado de atracción.

  • Con respecto a la expectati va de consecución del objetivo, se puede decir que el individuo analiza la proximi dad subjetiva del mismo y dependiendo de su proximidad o lejanía con respecto al objetivo, realizará su consiguiente actuación. De este modo, si el individuo considera que el objetivo está próximo a él, y que le sigue siendo atractivo, aumentará su expectativa de consecución, y por tanto aumentará la probabilidad del empeño en lograrlo. Un ejemplo son las remontadas inextremis del tenista Rafael Nadal, que se explicarían porque él considera que siempre puede realmente conseguir ganar el partido; debido a que tiene una alta capacid ad de consecución del objetivo, y aunque esté perdiendo se mentaliza para poder ganar. En cambio, si el individu o considera que el objetivo se encuent ra cada vez más alejado de él, independientemente de lo atractivo que le resulte, disminuirá su expectativa de consecución, y por consiguiente disminuirá la probabilidad de conseguirlo. Por ejemplo, los jugadores de un equipo de fútbol que al ser golea dos por sus rivales, disminuirán su expectativa de ganar dicho partido, y pondrán menor empeño en sus jugadas.
  • Con respecto al grado de atracción del objetivo, se puede decir que un individuo se mueve más hacia su obtención, en la medida en que le res ulte más atrayente; así, cuanto más atractivo sea el objetivo para él, mayor será su ni vel de motivación, por lo que su actuación esta rá más enca min ada a su consecución. Por ejemplo, si busco entre las carteleras de cines el título de la película que más se ajusta a mi s gustos, más motivado estaré para ir al cine y ver esa película. Sin embargo, con el tiempo, el objetivo puede perder parte de su atractivo para el propio individuo, produciéndose una disminución signifi cativa en la acción di rigida a su consecución. También puede ocurrir que un nuevo objetivo, más atractivo o más fácil de alcanzar, se presente ante el individuo y desplace el interés que este tenía por el anteri o r; en este caso, también se produce una disminución en la acción diri gida a su consecución. Por ejemplo, la acción dirigida a comprar con ilusión unos determinados zapatos que hemos visto en el escaparate de una tienda, desaparecerá cuando, una vez dentro, el dependiente nos muestre otros zapatos más bonitos o más baratos que no se encontraban en dicho escaparate.

A modo de resumen, debemos señalar que es funda mental contar con el aspecto direccional para conocer y predecir la conducta motivada. Así, cuando se reducen las posibilidades de elección de los objetivos, permitiendo decidir fácilmente qué tipo de comportamiento adoptar y hacia dónde orientar este, la característica de la dirección adquiere una importante consideración para predecir la conducta motiva da. Por el contrario, cuando aumentan las pos ibilidades de elección de los objeti vos, la dirección tiene mayor dificultad en predecir la conducta motivada, lo que po ne de manifiesto la importancia de este elemento dentro del proceso motivacional.

DETERMINANTES DE LA MOTIVACIÓN

Antes de abordar el proceso motivacional, debemos señalar que en él intervienen varios determinantes o mecanismos que actú an de diversas maneras y que pueden, en un momento determinado, llegar a explicarlo; es decir, los determinantes son los factores causantes de que se produzca la motivación. Los princi pales determinantes de la motivación se pueden reunir en dos grandes grupos, dependiendo de dónde se originan: los determinantes internos y los determinantes externos.

Determinantes internos

Los determinantes internos se originan dentro del organismo, porque son fruto de la actividad interna que se produce dentro del propio organismo. Son cuatro los mecanismos o determin antes internos: la herencia, la homeostasis, el crecimiento potencial y los procesos cogni tivos.

La herencia

La herencia es el principal determinante interno de la motivación. Hace referencia a los diversos factores genéti cos que, programados dentro del organismo, actúan sobre este proceso. Algunos mecanismos fisiológicos están programados genéticamente e integrados en el propio organismo, por ejemplo, las necesi dades biológicas de co mer y beber están tan programadas genéticamente en cada sujeto que incluso se nace con ellas. El cubrir estas necesidades biológicas transmi tidas por la herencia va a suponer en los sujetos una fuente inagotabl e de motivación. Este determin ante es explicado de distinta manera, según dos enfoq ues mu y diferentes:

  • El enfoque instintivo propone que la energía se acumula en el organismo y da origen a un estado motivado. Según este enfoque, es entonces cuando se producen las conductas preprogramadas genéticamente que actúan para reducir o aminorar la motivación. Por ejemplo, en la conducta sexual de los animales, la tensión sexual acumulada por un macho al ver a una hembra desencadenará una conducta motivada, que, en este caso, será conseguir la copulación; así, cuando se produce la descarga hormonal se reduce o aminora la motivación, es decir, el indivi duo al no tener ya acumulación de hormonas sexuales no neces ita biológicamente realizar la copulación y deja de estar motivado. Normalmente, se atri buye a estímulos ambientales específicos el ser los desencadenantes de este tipo de conductas innatas; por ejemplo, el plumaje vistoso de co lores de algunas aves exóticas son estímulos ambienta les que activan la conducta sexual en los congéneres de la misma especie.
  • El enfoque fisiológico establ ece que los circuitos cerebrales vigilan el estado del cuerpo y activa n las conductas cuando detectan algún cambio. Para este enfoque, las alteraciones que se producen a nivel cerebral cuando aparece un estímulo ambiental activarán los circuitos cerebrales que provocarán la motivación, produciendo una seri e de respuestas, que pueden ser tanto innatas como adquiridas, con el fin de termin ar ese cambio detectado. Siguiendo con el ejemplo de la conducta sexual de los animales, el macho al ver a la hembra producirá una cierta activación en sus circuitos cerebrales que le llevarán a realizar una serie de conductas (unas innatas y otras adquiridas) que le permitirán llegar con éxito a la copulación.

Aunque ambos enfoques intentan explicar el determinante de la herencia de diferente modo, coinciden en que es un estímulo ambiental el que desencadena la motivación.

La homeostasis

La homeostasis es un determinante interno que atañe específicamente al desencadenamiento de la motivación. Hace referencia a la suposición de que existe un nivel óptimo de activación en varios estados del organismo, y que se encuentra relacionado con el mantenimiento del equilibrio fisiológico, llamado equilibrio homeostático; es decir, la homeostasis es una función que tiene el organismo de intentar restablecer un estado de equilibrio fisiológico óptimo, cuando este se ha perdido. Es una manera de autorregu lación que permite al organismo mantener sus constantes fisiológicas, provocando, de esta manera, estados motivacionales diferentes para conseguir ese equilibrio perdido. Cannon (1932) creó el término homeostasis para describir los estados estables logrados, en un momento determinado, por los procesos fisiológicos que trabajan en los organismos vivos. Con ese término señala la idea de una tendencia natural a la búsqueda del equilibrio, que no alude a un estado fijo, inmóvil o estático, si no que, al contrario, significa una condición que puede variar constantemente. Precisamente en esta condición de variación y de búsqueda del equilibrio se fundamenta la idea de motivación, puesto que el organismo se encuentra constantemente motivado para mantener la homeostasis.

Los mecanismos receptores son los encargados de vigilar el estado del organismo y de producir una motivación cuando el cuerpo se halla en un estado de desequilibrio; así, cuando este se aparta demasiado de su nivel óptimo de funcionamiento, se ponen en marcha los mecanismos que activan los ci rcuitos de la motivación y se inician las conductas que devolverán al cuerpo su nivel óptimo. Por ejemplo, cuando se tiene sensación de frío, el organismo activa sus receptores y busca la manera más rápida de atenuar dicha sensación para vo lver a tener una sensación estable de temperatura que le vuelva a una situación confortable. Los primeros investigadores de los mecanismos receptores pusi eron su interés en la función de los receptores periféri cos o loca les, como responsables de la vigilancia de los estados físicos del organismo, pero se fueron acumulando pruebas en contra, desplazando el interés de los investigadores hacia los receptores centrales del cerebro, como los auténti cos vigilantes de las variaciones físicas de los organismos. Hoy en día, el interés se centra más en la interacción de las señales periféri cas, como se verá en la asignatura de psicofisiología.

Algunos estados motivacionales parecen ajustarse perfectamente con el nivel óptimo o de equ ilibrio; por ejemplo, dentro de los motivos innatos, es el caso del hambre o la sed. En cambio, otros estados motivacionales, como los motivos adquiridos de logro o poder (como veremos en el capítulo 5), no parecen ajustarse tan fácilmente a este concepto.

El crecimiento potencial

Desde una perspectiva distinta a la convencional, podemos decir que el determinante del crecimiento potencial hace referencia a la idea de que el ser humano está motivado para alcanzar su pleno desarrollo tanto en los aspectos físicos como en los aspectos psicológicos y emocionales. En este sentido, Rogers (196 1) intenta explicar la motivación considerando que el individuo siempre busca funcionar con total plenitud y, por otro lado, M aslow (197 1) utiliza el término «autorrealización» para designar a la motivación como una forma primordial de realización personal. Por ejemplo, estudiar una carrera es una forma de crecimiento potencial que nos permite crecer en nuestras capacidades y aumentar nuestra autorrealización personal con el objetivo fin al de adaptarnos mejor en la sociedad en que vivimos.

Sin duda alguna, un aspecto importante de la motivación para el crecimiento potencial es la necesidad de contro lar o influir de alguna manera en el ambiente de nuestro entorno, hecho que algunos autores a esto lo llaman motivación de efecto y otros, causalidad personal; pero lo importante, independientemente de su denominación, es considerar que la persona, en general, se siente motivada para crecer, desarrollar o mejorar en sus capacidades físicas, psicológicas y emocionales. Por ejemplo, podemos apreciar que el tenista Rafael Nadal, aunque tiene un alto dominio del juego del tenis, cuenta con una alta motivación de efecto que le impulsa a ser cada vez mejor en su deporte.

Los procesos cognitivos

Los procesos cognitivos hacen referencia a los determinantes que proceden de la información que recibimos y de la forma en que la procesamos. Cada día se reconoce más que los procesos cognitivos contribuyen de una manera inequívoca a motivarnos; así, el procesamiento activo de la información, es decir, el pensamiento, repercute de una manera importante en la conducta de los sujetos. Diversas teorías de la motivación, formuladas hace décadas, como la teoría atribucional de Heider (1958) y la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger (1957), ya destacaban el papel del procesamiento activo de la informació n en el control de la conducta. Veremos, en el capítulo 8, cómo algunos elementos del procesamiento cognitivo que determinan la motivación, influyen tanto en el tipo como en la forma de producir el comportamiento.

Determinantes externos

Los determinantes externos se originan fuera del organismo, porque son debidos a las influencias externas que se producen fuera del organismo. Son tres los mecanismos o determin antes externos: el aprendizaje, el hedonismo y la interacción social.

El aprendizaje

El aprendizaje es el principal determinante externo de la motivación porque se origina fuera del organismo, puesto que se establecen conexiones entre estímulos o situaciones estimu lares (externas al organismo) con estructuras cerebrales (internas del organismo). Está ampliamente demostrado el papel fundamental que realiza lo aprend ido en las conductas motivadas; de hecho, muchas de estas conductas son adquiridas, desarrolladas y mantenidas gracias a la importante función de este proceso psicológico.

El psicólogo del aprendizaje Clark Hull(1943) formuló toda una teoría en la que se describían las interre laciones del aprendizaje con la motivación en la producción de conductas. Además de esta, numerosas investigaciones han examinado minuciosamente las formas en que el condicionamiento clásico, el condicionamiento operante y el aprendizaje observacional intervienen en la génesis de los estados motivacionales, como veremos posteriormente. Por ejemplo, para Bandura (1977), algunos motivos se aprenden a través de la observación, que son la base de gran parte de la conducta humana motivada. Estas influencias del aprendizaje se verán con mayor extensión en el capítulo 7, cuando estudiemos las bases del aprendizaje observacional que influyen en la motivación.

El hedonismo

El hedonismo es uno de los determinantes más ampliamente aceptados por la mayoría de los investigadores en el estudio de la motivación, y probablemente sea la explicación más antigua del propósito de la con ducta motivada, puesto que era el argumento principal de los pensadores griegos. La experiencia común sugiere que el placer y el dolor son dos potentes determinantes de la conducta que producen motivación. Esta concepción conocida como hedonismo está basada en la idea que señala la tendencia generalizada que tienen los organismos a aproximarse a todo aquello que produce placer y, por el contrario, a alejarse o huir de todo aquello que produce dolor; por esta razón, todos aprendemos rápidamente a aproximarnos a estímulos y situaciones agradables o placenteras y a evitar las desagradables o dolorosas. Sin embargo, no existe un valor exacto e igual en el continuo del hedonismo entre el placer y el dolor para todos los organismos y para todas las situaciones, puesto que las condiciones de lo placentero a lo aversivo cambian según sean las condiciones aplicadas. Por ejemplo, no es placentero ofrecer un plato de comida exquisito inmediatamente después de haber hecho una comida opípara; este caso confirma que se puede pasar de una situación agradable a una situación desagradable, alterando las condiciones en las que se realice la conducta motivada.

Al igual que el aprendizaje, el hedonismo es un determinante externo porque se origina fuera del organismo debido a los estímulos y situaciones ambientales (exteriores) que producen placer (comida, bebida, etc.) o dolor (ruido, frío, calor, etc.), y es categóricamente positivo porque es un elemento importante que sirve como instrumento para la adaptación humana.

El determinante del hedonismo puede explicar muchos de los estados motivados que ocurren en los organismos, pero no explica satisfactoriamente otras motivaciones, como pueden ser las conductas autodestructivas o las conductas dolorosas que producen autolesiones, porque en estas están implícitos otros determinantes psicopatológicos que las desvían de los cáno nes de la normalidad.

La interacción social

La interacción social es uno de los más importantes determinantes externos de la motivación, ya que se ha comprobado, en numerosas ocasiones, que la interacción entre las personas tiene realmente un efecto motivador. Las situaciones socia les influyen poderosamente en la conducta, porque la presencia de personas modifica la motivación; así, podemos afirmar que las relaciones sociales influyen en nuestro comportamiento debido a que la presencia de otras personas modifica nuestra propia motivación, del mismo modo, que nosotros podemos alterar la de los demás. Por ejemplo, las investigaciones realizadas en el campo de la psicología social revelan la eficacia que ejercen los grupos en la motivación para conformarnos con una situación determinada, o la influencia que ejercen las figuras de autoridad que nos motivan para obedecer. En la asign atura de Psicología Social se estudiarán algunos ejemplos que avalan estos planteamientos, por eso no insistimos más con este determinante.

Para terminar este apartado, debemos afirmar que todos los determinantes que hemos descrito, tanto los internos como los externos, pueden actuar solos o bien conjuntamente, estableciendo complejas interacciones entre ellos, de tal modo que la conducta motivada resultante que se ejecuta, pueda ser fruto de la influencia de un o o varios determinantes a la vez.

Sin embargo, hay que señalar que no todos los determinantes tienen el mismo peso específico, pues su influenci a puede variar de una conducta motivada a otra; en este sentido, los principales determinantes en los motivos innatos son la herencia, la homeostasis y el hedonismo, mientras que los determinantes en los motivos adqu iridos son el aprendizaje, la interacción social, el crecimiento potencial y los procesos cognitivos.

EL PROCESO MOTIVACIONAL

Después de estudiar los aspectos de activación y de dirección de la conducta motivada, así como los determinantes internos y externos que intervienen en la motivación, vamos a centrarnos ahora en analizar el proceso motivacional en sí, para poder explicar cómo se lleva a cabo este importante proceso.

El proceso motivacional ha sido considerado de distinta manera por varios autores, siguiendo para ello sus principios y argumentaciones. Cada autor, ha intentado dar una interpretación lo más acorde posible con su posición personal sobre lo que entiende por motivación, y sobre lo que cree que ocurre en el proceso motivacional, destacando los pasos que considera que se producen en dicho proceso. Por ejemplo, Reeve (1994), al definir la motivación como un proceso dinámico, estima que el proceso motivacional está formado por cuatro fases o etapas:

  • fase de anticipación, en la que el individu o tiene algunas expectativas de la emergencia y/o satisfacción de un motivo; - fase de activación y dirección, en la que el motivo es activado por un estímulo y dirigido hacia un objetivo;
  • fase de conducta activa y de retroalimentación del rendimiento, en la que el individu o realiza las conductas dirigidas hacia el objetivo, que le permiten aproximarse o alejarse según la información que obtiene sobre los resultados de su propia conducta; y
  • fase de resultado, en la que se sienten las consecuencias de la satisfacción del motivo escogido.

En general, un denominador co mún a todas las consideraciones sobre el proceso motivacional es que este es un proceso dinámico, que tiene como principal función aumentar la probabilidad de adaptación del organismo a su entorno. Por eso, se puede decir que es un proceso adaptativo que está relacionado con la supervivencia de la especie y con el crecimiento potencial del individu o, incluida su dimensión social. Por consi guiente, puesto que el proceso motivacion al ha sido considerado como un proceso adaptativo, es fundamental entonces establecer la existencia de sus diversos componentes, y analizar, paso a paso, lo que ocurre desde que se ini cia el proceso hasta que se consigue satisfacer una necesidad.

A continuación, vamos a exponer tres explicaciones distintas que muestran cómo se produce el proceso motivacional. Las tres son perfectamente válidas, aunque cada una recoge una visión distinta dentro de la posición de cada autor, que intenta argumentar, según sus principios y razonamientos, los pasos que ocurren dentro de este proceso, destacando algún aspecto concreto que los demás no consideran. Con la visión conjunta de las tres propuestas, podemos hacernos un a idea muy aproximada de cómo se realiza este proceso motivacional.

La secuencia del proceso

En el año 2001, Lambert Deckers presentó la secuencia en la que establecía los tres momentos del proceso motivacional. Dicho proceso, al que él llamó secuencia motivacional, comienza con la elección del motivo a satisfacer, le sigue la ejecución de las conductas instrumentales necesarias para llegar a conseguir el objetivo y concluye con la satisfacción o no del motivo elegido.

  1. La elección del motivo se refiere a la selección del objetivo o meta entre aquellos que commpiten para conseguir su plena satisfacción. Por ejemplo, un estudiante de último curso de bachillerato, tiene varias opciones de cara al futuro, como matricularse en una universidad para seguir estudiando, buscar un empleo, ingresar en las fuerzas armadas, etc. La opción que se elija dependerá de varios factores, entre ellos está: la intensidad del motivo, el atractivo de los incentivos, la probabilidad de conseguirlo con éxito y la cantidad de esfuerzo que estime necesa ri o para obtenerlo. La elección del motivo es so lo el primer paso, ya que a continuación el individuo debe estar lo suficientemente motivado para hacer lo que se requiere para llevar a cabo su elección y conseguir con éxito su objetivo.
  2. La ejecución de las conductas instrumentales, que son aquel las actividades motivadas que realiza un individu o para satisfacer un motivo y conseguir, de este modo, el objetivo elegido; esto es, a partir de que eli ge y selecciona el motivo para satisfacerlo, este decidirá qué tipo de actividades tendrá que desarrollar para consegu irlo, realizando a continuación las conductas instrumentales adecuadas para dicho fin. Por ejemplo, trabajar por dinero, estudiar para superar un examen, o ser amables con la gente, son todos ejemplos de conductas instrumentales, puesto que trabajar, estudiar y actuar con amabilidad son fundamentales para ganar dinero, obtener un título universitario y gustar a la gente, respectivamente. Por consiguiente, las conductas instrumenta les son un aspecto importante, pues se pueden considerar el en lace entre el motivo escogido y la satisfacción conseguida, puesto que la correcta ejecución de dichas conductas implicará la consecución del objetivo elegido por el individuo. A menudo, un individuo puede elegir entre los diferentes modos de satisfacer un motivo, decidiendo qué actividades o conductas instrumentales debe escoger para lograr su objetivo. Por ejemplo, en el proceso de encontrar un puesto de trabajo, un a persona puede decidir entre buscar los anuncios de trabajo en internet, consultar en un a oficina de empleo, visitar diferentes empresas entregando personalmente su currículo, etc. Según Deckers (2005), debemos tener en cuenta que hay varios aspectos de la conducta instrumental que reflejan el nivel de motivación, para que un individuo pueda alcanzar el motivo elegido. Los tres aspectos más importantes de la conducta instrumental a considerar so n: la duración, la frecuencia y la intensidad.
  • La duración o persistencia se refiere a la cantidad de tiempo que un a persona debe dedicar para satisfacer el motivo elegido. Por ejemplo, los años de estudio que ha dedicado un universitario en realizar su carrera.
  • La frecuencia es la tasa de participación en un comportamiento determinado, es decir, el número de veces que un individuo se implica o ini cia una actividad para conseguir su objetivo. Por ejemplo, un alumno que estudi a se is días a la semana lo hace con más frecuencia y presumiblemente estará más motivado que el que dedica tres días a esa activid ad. Por consigui ente, se puede afirmar que cuanto mayor sea la frecuencia de la conducta instrumental para conseguir el objetivo, tanto mayor será la motivación de este individu o.
  • La intensidad alude a la magnitud o cantidad de esfuerzo necesa rio para llevar a cabo la conducta instrumental. La intensidad varía directamente con la motivación, pudiéndose decir que existe una relación directa entre la intensid ad de la actividad y el nivel de motivación. Por ejemplo, a mayor intensidad o esfuerzo de una rata en pulsar una palanca con el fin de obte ner el alimento, más intensa será su motivación.

La combinación de estos tres aspectos de la conducta instrumental configura la implicación del individuo en la consecución del objetivo elegido.

  1. Por último, la secuencia motivacional fin aliza con la satisfacción del motivo elegido, mediante la realización de la conducta consumato ri a (conducta mo tivada), es decir, que la secuencia conductual termina con la consecución del motivo satisfecho, que es siempre el objetivo final del proceso.

Pero, ¿qué aspectos del objetivo final debemos tener en cuenta para obtener una mejor comprensión de que el individuo está realmente motivado?

Un primer aspecto es examin ar las propiedades físicas del objetivo que indujo al comportamiento, analizando su cantidad, su calidad o su valor. Por ejemplo, ¿qué cantidad de alimento afecta a la ve locidad de carrera de las ratas que realizan por un corredor recto?

Un segundo aspecto se refi ere a la ejecución de la conducta consu matoria que pone fin a la secuencia conductual. Por ejemplo, un estudi ante universitario consu ma su educación con la recepción de un diploma.

El tercer aspecto consiste en exa min ar los sent imientos subjetivos del individuo con respecto a la satisfacción o no del motivo, es decir, qué tipo de sensaciones ha tenido al completar el objetivo deseado. Por ejemplo, ¿qué sensaciones siente una persona cuando lo ha conseguido? ¿siente una sensación de alivi o, de orgullo, o de decepción al completar el objetivo? Con este último aspecto, se constata si el individuo, mediante las conductas instrumentales que ha realizado, ha conseguido satisfacer el motivo escogido o, por el contrario, ha fracasado en su intento. Enton ces, tanto si lo ha conseguido como si no, el individuo llevará a cabo sus consiguientes procesos de atribución causal, es decir, establece (de una manera interna) las causas de la consecución de la conducta consumatoria, con los que podrá decidir en futuras ocasiones si va a realizar las mismas conductas instrumentales o tien e que efectuar alguna modificación. En el caso en que el individuo no haya conseguido el objetivo, decidirá si persiste de nuevo en su consecución, o cambi a de objetivo, eligiendo uno que considere más asequible para él.

Deckers (2009) presenta, con un ejemplo, toda la secuencia motivacional, comenzando con la elección del motivo y terminando con la satisfacción del motivo seleccionado. Consideremos el caso de un arquitecto que se propone como elección de su motivo la realización del diseño de una casa para un cliente, lo que se convertirá en su objetivo. Todas las actividades llevadas a cabo para llegar a conseguir el diseño definitivo de la casa (como los cá lculos, planos, elección de materiales, etc.) serían las conductas instrumentales, y si el cliente para quien trabaja aprueba su diseño, entonces su objetivo se habrá logrado (conducta consumatoria), pero si no lo aprueba, entonces no alcanzará su objetivo y será necesario continuar trabajando en su diseño para intentar conseguir dicha conducta consumatoria.

El proceso motivacional según Fernández-Abascal

En el año 2001, Enrique García Fernández-Abasca l junto con su equipo, representa ron el proceso motivacional de una manera muy esquemática, según se puede observar en la fi gura 3.2. Lo importante de esta interpretación, además de su sencillez, es la claridad expositiva de los elementos que componen dicho proceso, ya que utiliza prácticamente todos los elementos descritos en este capítulo.

Este autor estima que el proceso motivacional realmente comienza cuando uno o varios de los determinantes motivacionales provocan en el individuo las condiciones necesarias para que adquiera la intención de iniciar una conducta específica. A continuación, la activación del comportamiento pone en funcionamiento la conducta con una determin ada intensidad, al mismo tiempo que la intención también nos indica rá la dirección hacia la que el sujeto debe dirigir dicha conducta. El proceso motivacional se autorregula a través de un sistema de retroalimentación, es decir, que la conducta actúa sobre el entorno a medida que va obteniendo información del progreso de su ejecución. De este modo, la intención intervendrá de nuevo sobre la activación, modificando o no su intensidad, con el fin de mantener la conducta o bien finalizarla. De igual manera, la intención incidirá sobre la dirección para comprobar si se han conseguido los objetivos propuestos, e incluso puede actuar cambiando de objetivos según se modifiquen las condiciones ambienta les o las necesidades del sujeto. El autor recurre al término «intención» como un elemento de retroalimentación fundamental para conseguir que el proceso motivacional se pueda autorregular; no es que equipare la intención como un elemento igual a la activación y a la dirección, sino como un elemento autorregulador de los dos que ayudará a la activación a aumentar, o no, su intensidad, y a la dirección a confirmar o modificar sus objetivos iniciales. Por ejemplo, el estudiante que está cursando una carrera de Grado, va recibiendo retroalimentación del progreso de su estudio a través de las calificaciones de los exámenes que va realizando; de este modo, a través de esa información podrá modi ficar su intención de estudiar más, ¡i umentando sus horas de estudio (activación) y/o su forma de estudiar (dirección) con el fin de conseguir su objetivo fin al que es aprobar (conducta motivada).

En el proceso motivacional pueden actu ar como detonantes uno o varios de los determin antes de la motivación, según sea la complejidad del comportamiento humano. Como determin antes de este proceso intervienen tanto factores internos como externos, pudiendo incluso interactuar entre ellos, de forma que la conducta fin al que se ejecute pueda ser el resultado de la actuación de varios de ellos. Así, los determinantes internos, como la herencia, la homeostasis, el crecimiento potencial y los procesos cognitivos, son los que ejercen de tracción del comportamiento, es decir, incitan o provocan hacia el comportamiento; mientras que los determinantes externos, como el aprendizaje, el hedonismo y la interrelación social, son los que ejercen de propulsión del comportamiento, es decir, dan fuerza o impulsan al propio comportamiento (Fernández-Abascal et al. 2001).

La intención es el factor motivacional que más influye en la conducta, puesto que es un excelente ind icador de con qué intensidad se está dispuesto a intentar o cuánto esfuerzo se pretende dedicar a ejecutar un comportamiento; así, se puede decir que cuanto más fuerte sea la intención de comprometerse en una acción o de lograr ciertos objetivos, más probable será que se produzca la conducta. Por esta razón, en el ser humano, la intención es la responsa ble última de la realización de un comportamiento (Ajzen y Fishbein, 1973). Por otro lado, hay que señalar que la intención, además de los determin antes mot ivacionales, depende de dos facto res: la actitud hacia la conducta y las normas subjetivas en relación con esa conducta (Fi shbe iny Ajzen, 1975). La actitud hacia la conducta se refiere a la evaluación personal (favo rable o desfavorable) que el sujeto hace de ella, y la norma subjetiva hace alu sión a las creencias que ejercen la presión social y que inducen al sujeto a realizar, o no, ciertas conductas; por ejemplo, trabajar puede ser una conducta grati ficante para uno mismo porq ue produce satisfacción personal (acti tud hacia la conducta) y además porque está bien visto por la sociedad (normas subjetivas). Igua lmente, hay que señalar que la intención de un indi viduo en relación con una conducta so lo se llevará a cabo si dicha conducta se halla bajo su control vo luntario, es decir, solo si puede decidir li bremente si la ejecuta o no. Por consigui ente, la intención está determin ada por la actitud hacia la conducta, las normas subjetivas y por el control vo luntario que, a su vez, actuarán sobre la propia ejecución de la conducta.

La activación motivacional es uno de los elementos fundamental es del proceso motivacional, al ser una de las variables responsabl es del inicio, mantenimiento y fin alización de la conducta motivada. Aunque es considerada como una condición necesari a, no es suficiente para que se desencadene dicha conducta.

La dirección motivacional hace referencia a la tendencia a acercarse o evitar un determinado objetivo. Este concepto es también necesario debido a que la activación por sí so la no puede ser la única responsabl e de la conducta motivada, puesto que además de la función que energiza el comportamiento, es imprescindibl e contar con la pos ibili dad de se leccionar las actividades y objetivos del mismo. Qui zás sea la dirección la vari able que más diferencia el comportamiento motivado de los seres humanos del comportamiento animal, porque implica la necesidad de elaborar estrateg ias (pensamientos) que posibilitan se leccion ar unas actividades y no otras, con el fin de conseguir los objetivos propuestos.

En resumen, el proceso motivacional según Fernández-Abascal et al. (2001) se produce por los determinantes motivacionales que, tanto internos como externos, movilizan la intención de realizar una conducta, con una determin ada activación y d irección. Dicha conducta, que interactú a con el medio, produce cambios en la propia intención, creando así un sistema de retroalimentación en la realización del proceso mo tivacional.

El proceso de motivación propuesto por Palmero

La tercera y última explicación del proceso motivacional que va mos a tratar en este capítulo es la realizada por FrancescPalmero en el año 2005, que intenta dar una visión más ampli a y profunda de lo que ocurre en dicho proceso.

Su propuesta para explicar el proceso de motivación parte de diferenciar dos momentos distintos en dicho proceso:

  • el primero es la to ma de decisio nes y la elección del objetivo que se convertirá en meta, que abarca desde la aparición del estímulo hasta la consecución de la conducta motivada.
  • el segundo, es el control del resultado o contro l sobre la acción que se ha llevado a cabo al obtener la conducta motivada.

Dentro del primer momento, es decir, en la toma de decisión y elección del objetivo, se producen los siguientes pasos: ocurrencia o aparición del estímulo, percepción del estímulo, evaluación y valoración del objetivo, decisión y elección de la meta, y, por último, la conducta motivada (ver figura 3.3). A continuación, comentaremos brevemente los diferentes pasos que componen su explicación.

Un primer paso o paso ini cial e imprescindibl e es la ocurrencia o aparición del estímulo, puesto que es necesari a la presencia de un estímulo para que comience el proceso motivacional. Este estímulo puede ser externo o interno. Cuando el estímulo es externo, lo llamamos deseo, porque el individuo se siente atraído por una determinada característica de ese estímulo; por ejemplo, la visión de una manzana. Cuando el estímulo es interno, lo llamamos necesidad, porque el indi vi duo siente una situación de carencia en alguno de sus componentes vitales; por ejemplo, la sensación de hambre. También el estímulo puede darse realmente ante el sujeto (como puede ser la visión real de una manzana), o no estar físicamente presente, aunque sí formando parte, por ejemplo, del pensamiento o recuerdo del individuo (el pensamiento o recuerdo de una manzana), o consistir solo en una d istorsión perceptiva o alucinación del individuo (la visión de algo que se parece vagamente a una manzana, pero que le evoca a la misma).

El segundo paso es el proceso de percepción del estímulo, también imprescind ible y necesa ri o para que suceda el proceso motivacional, ya que sin él no se ini ciará. Para que ocurra este paso se requiere la presencia de un estímulo, la actuación de receptores adecuados y, por supuesto, la intensidad suficiente para que sea captado por dichos receptores. Sin embargo, la percepción del estímulo se puede realizar de dos modos distintos: consciente o no consciente. En la percepción consciente, el individuo detecta la presencia del estímulo y le llama la atención (percibe la manzana y es consciente de su existencia); en este caso, diferentes tipos de va ri ables (biológicas, cognitivas y afecti vas) pueden repercutir sobre la propia percepción, pues pueden incrementar o reducir la disposición del ind ividuo hacia ese estímulo. En cambio, en la percepción no consciente de un estímulo externo (el individuo no es consciente de la presencia de la manzana), y aunque no capte su atención, sí puede ser capaz de afectar a sus receptores y, por consiguiente, ser procesado el estímulo, continuando de igual modo con el proceso motivacional. Un ejemplo curioso de percepción no consciente con la técnica de la percepción subliminal es la actuación de una fa mosísima marca de refrescos que introducía fotogra mas de sus productos (estímulo subliminal) dentro de los ro llos de películas de cine que proyectaban, ocasionando en los espectadores que contemplaban la proyección un deseo desmesurado de consumir dicho refresco a la sa lida del cine, sin darse cuenta de la manipulación recibida porque el estímulo subliminal introducido estaba por debajo del nivel de umbral sensorial de perepción consciente.

El tercer paso son los procesos de evaluación y va loración del objetivo, que permitirán al organismo decidir qué estímulo es capaz de desencadenar la conducta motivada. El primero de estos procesos se caracteriza por la eva luación de la expectativa de onsecución de un determinado objetivo; para ello, el individuo analiza las características de los distintos objetivos que intenta conseguir, teniendo en cuenta la dificultad que presenta cada uno de ellos, los recursos y habilidades de que dispone, y el esfuerzo que necesita para conseguirlos. El segundo se caracteriza por la valoración o esca la de satisfacción que esos objetivos poseen para dicho individuo; de este modo, en esa esca la de satisfacción se incluyen, además de las dimensiones cognitivas y afectivas de los objetivos, las connotaciones negativas que puedan tener en el caso de no poder conseguirlos.

El cuarto paso son los procesos de decisión y elección del objetivo. Para entender cuál de los objetivos disponibles se convertirá en la meta que tratará de alcanzar el individuo, hay que tener también en cuenta, además de la necesidad o el deseo, otros dos elementos relevantes: el valor del objetivo y la expectativa de conseguirlo. La interacción entre los tres factores conducirá a distintas probabilidades de ejecución de la conducta motivada. Así, por ejemplo, cuando son altos tanto el valor del objetivo como la expectativa de éxito, existe una elevada probabilidad de que se produzca una conducta motivada dirigida hacia ese objetivo, siempre y cuando exista una mínima necesidad o deseo; en cambio, cuando son bajos tanto el valor del objetivo como la expectativa de éxito, la probabilidad de una conducta motivada dirigida al objetivo es también mu y baja, si bien, con un deseo o necesidad elevados se puede incrementar la probabilidad de ocurrencia de la conducta.

El quinto paso, y último, es la realización de la conducta motivada. Una vez que el individuo ha escogido su objetivo, decide también cuál de las posibles conductas disponibles en su bagaje de estrategias, recursos y habilidades es la adecuada, dependiendo también de la situación, de la circunstancia y del momento en el que se encuentre. Esta conducta es considerada como un instrumento con el cual el individuo intenta aproximarse para conseguir su objetivo, y puede estar constituida por una secuencia de conductas instrumentales que inician una actividad de ensayo-error dirigida a conseguir una meta determin ada.

Una vez descritos los cinco pasos del primer momento del proceso motivacional, es preciso señalar que el papel de la activación en este proceso, se inicia desde el momento en que el organismo detecta una necesidad, poniendo en marcha de forma automáti ca los mecanismos apropiados para corregir dicha necesidad o deficiencia. En este instante, se produce una activación con características homeostáticas, puesto que es el propio organismo el que trata de equilibrar sus propias deficiencias. También se produce activación cuando un individuo percibe, de forma consciente, un estímulo atractivo que desea conseguir, produciéndose una activación general que le permite realizar todos los pasos del proceso motivacional. Pero cuando el individuo ha elegido ya el objetivo y ha decidido cómo conseguirlo, la activación se vuelve más específica afectando so lo a los sistemas que le permitan ejecutar las conductas instrumentales que le acerquen a la meta. De una manera más gráfi ca, la activación general se produce en los cuatro primeros pasos del primer momento del proceso motivacional, y la activación más específica ocurre en el quinto paso, es decir, cuando se lleva a cabo las conductas instrumentales.

Del mismo modo, el papel de la dirección en el proceso motivacional empieza en el instante mismo en que se producen los procesos de eva luación y valoración, actuando en dos situaciones distintas: una, relacionada con la elección del objetivo que se convertirá en meta para el sujeto y otra, relacionada con la elección de las conductas adecuadas que utilizará el individuo para conseguir el objetivo. En ambos casos, la dirección reflejará la elección del individuo, tanto si es para escoger el objetivo como para elegir las conductas adecuadas.

Hasta aquí se ha descrito el primer momento del proceso motivacional, que llega hasta la consecución de la conducta motivada. Ahora, y dentro del segundo momento, el individuo llevará a cabo lo que se conoce como el control del resultado, con la verificación de la congruencia, la atribución de causas y la generalización. Con respecto a la verificación de la congruencia, hay que señalar que al mismo tiempo que el individuo realiza las conductas instrumentales enca minadas a consegu ir el objetivo, efectú a un balance de congruencia entre su situación actual y lo que espera obtener, de modo que cuando la congruencia es máxima el individuo continúa con el proceso. La atribución de causas es un factor muy relevante en el proceso motivacional, pues pretende que el individuo sea consciente de lo apropiada que fue su elección de la meta, así como de las conductas instrumentales que utili zó. Para que se inicie el proceso de atribución de causas no es necesario que el individuo haya fin alizado la conducta instrumental, puesto que lo importante es que se establezca lo antes posible la convicción de que esa conducta es apropiada, y de que también son adecuados los criterios utilizados para la elección de la meta y el esfuerzo realizado para la obtención del objetivo. Como consecuencia de los procesos anteriores, el individuo establecerá una función de generalización de los resultados que le permitirá asociar, en el futuro, las conductas instrumentales utilizadas con objetivos similares a los que obtuvo en esta ocasión.

Para terminar la explicación del proceso motivacional propuesto por Palmero, debemos señalar una valoración personal que hace sobre este proceso, porque resume perfectamente el valor que tiene en la adaptación de los individuos. Según Palmero (2008), debemos considerar que el proceso motivacional es un proceso básico imprescindible para comprender la relación que establ ece un individuo con su medio ambiente, y para entender la máxima premi sa de cualquier organismo vivo: la supervivencia; por tanto, no sorprende que desde distintos ámbitos del conocimiento haya sido siempre un aspecto relevante, tanto en el plano teórico como en la investigación.

A modo de resumen, podemos decir que las tres explicaciones sobre el proceso motivacional intentan argumentar a su manera lo que cada autor interpreta acerca de cómo se produce dicho proceso. Con el estudio de los tres puntos de vista, podemos hacernos una idea muy aproxi mada de qué es lo que ocurre realmente en este importante proceso.

COMPONENTES DE LA MOTIVACIÓN

Durante siglos, los eruditos han especulado sobre lo que motiva a los seres humanos. Las diversas explicaciones que han dado, varían desde los que sugieren que el comportamiento humano y, por ende, su motivación, están totalmente determinados por nuestra estructura genética, hasta los que señalan que los seres humanos tienen un completo control de su propio destino, porque tienen voluntad, es decir, cuentan con la capacidad psíquicapara escoger libremente entre realizar o no una determinada conducta. Estas explicaciones tan distintas no fueron sometidas a ningún control científico hasta comienzos del siglo XX. Hoy en día, tenemos una mayor comprensión acerca de lo que motiva a los seres humanos, y por eso sabemos que no hemos nacido para desempeñar unos rol es predeterminados en este mundo, ni tenemos una libertad abso luta para actuar; todos esta mos limitados por nuestra biología, por lo que aprendemos del ambi ente que nos rodea, e incluso por nuestros propios pensamientos. Por eso, basándonos en las investigaciones científicas, podemos decir con rotundidad que la mejor manera de entender la motivación humana es analizar los distintos sistemas que lo integran, a través del estudio de sus principales componentes, como son los compo nentes biológicos, los compo nentes aprendidos y los componentes cognitivos.

En los próximos capítulos, revisaremos los tres compo nentes motivacionales, estudiando las principales teorías de la motivación que intentan analizar las causas de la conducta, basadas unas en los principios de la biología, otras en los principios del aprendizaje y otras en los principios de la cognición. Es importante considerar estos tres componentes motivacionales para comprender perfectamente el funcionamiento de este proceso, y poder conocer las interrelaciones que se establecen entre ellos (Franken, 2002); así, veremos, por ejemplo, cómo el aprendizaje y la cogn ición pueden llegar a modificar la expresión de la biología subyacente.

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