Los trastornos psicopatológicos desde la Psiconeuroinmunología

La Psiconeuroinmunología es un área multidisciplinar que viene experimentando en los últimos años una rápida expansión y que está calando en otras áreas de estudio, proporcionando una perspectiva más integradora en la compresión de diferentes tipos de patologías. Entre las vías de investigación que vienen acrecentando el interés en los aspectos psiconeuroinmunológicos se encuentra el estudio de las alteraciones de la función inmune que presentan los individuos con diferentes tipos de trastornos psicopatológicos.

Algunas enfermedades psiquiátricas han sido asociadas con estados de inmunosupresión, lo que en consecuencia puede derivar en un mayor riesgo de sufrir enfermedades, por ejemplo, algunos pacientes con trastornos depresivos presentan una disminución en algunos parámetros de la función inmune (bajos niveles de linfocitos B y T y una reducción de la actividad de las células asesinas). En depresión mayor se ha encontrado también una disminución de la actividad de las células asesinas (curiosamente esta reducción parece ser más acusada en hombres que en mujeres), que es uno de los cambios más consistentes y que correlaciona de forma positiva con la severidad de los síntomas depresivos. Se ha comprobado que la reducción de este tipo de respuesta es todavía mayor cuando concurren otros factores junto con el estado depresivo, como la presencia de trastornos de ansiedad, estrés o el consumo de tabaco o alcohol. Pero además, en depresión mayor se ha encontrado un aumento de los marcadores de inflamación, con niveles elevados de algunas citocinas.

Sorprendentemente, algunos pacientes tratados con fármacos antidepresivos muestran mejorías paralelas en la severidad de los síntomas depresivos y en la actividad de las células asesinas, presentando además niveles normalizados de citocinas. Muchos antidepresivos poseen capacidad inmunomoduladora, regulando la liberación de diferentes tipos de citocinas.

En los trastornos depresivos se ha encontrado también una activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal y la consiguiente elevación de las concentraciones sanguíneas de diversas hormonas, entre las que destacan la CRH y el cortisol (hipercortisolemia) que, como se ha mencionado, pueden ejercer efectos inmunosupresores. Éste podría ser uno de los mecanismos que explicaría el estado inmunosuprimido de muchos pacientes depresivos y ayudaría a entender más fácilmente el aumento de la incidencia de enfermedades víricas y de tipo tumoral en este tipo de pacientes.

Pero la relación entre trastornos depresivos y función inmune es compleja, no todos los pacientes presentan inmunodepresión y no todos los parámetros inmunes se ven afectados, es más, parece existir más bien un desequilibrio entre la respuesta inespecífica y la específica y, en esta última, también entre la inmunidad humoral (mediada por linfocitos B) y la inmunidad celular (mediada por linfocitos T), a favor de la primera.

Al contrario de lo que parece ocurrir en depresión, en sujetos con esquizofrenia se ha encontrado, en general, una activación inmune, aunque no en todos los pacientes (ej. un aumento de la actividad de las células asesinas y del número de linfocitos B y T colaboradores). A este respecto, una de las hipótesis explicativas de la esquizofrenia, aún no confirmada, plantea el origen autoinmune de este trastorno como consecuencia de una respuesta inmune desencadenada quizás por una infección vírica y que posteriormente actuaría contra el tejido nervioso. Esta teoría se basa, entre otros datos, en el hallazgo de que los sujetos esquizofrénicos muestran una elevada presencia de anticuerpos, y algunos de ellos podrían estar estimulando de forma excesiva los receptores cerebrales de DA (los fármacos anti psicóticos bloquean los receptores de DA, entre otros efectos). Curiosamente, se ha encontrado también en estos pacientes niveles elevados de algunas citocinas que han sido relacionadas con trastornos autoinmunes. En este sentido, algunos antipsicóticos parecen ejercer efectos inmunomoduladores, normalizando la función inmune y los patrones alterados de citocinas.

En relación con los trastornos de ansiedad, el trastorno por estrés postraumático (TEPT) y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), se ha constatado la existencia de una disregulación del eje HHA, particularmente relacionada con los niveles de cortisol, así como un desequilibrio en los niveles de diversas citocinas, en general, a favor de aquellas que están implicadas en la inmunidad humoral, en detrimento de las que participan en la inmunidad celular. Recientemente se ha planteado también que las citocinas liberadas por las células de la microglía podrían estar sobreexcitando los circuitos cerebrales encargados de la formación de hábitos, lo que se traduciría en conductas repetitivas y compulsivas, como las que se manifiestan en el TOC. Otra interesante hipótesis sobre las causas del TOC sugiere que podría originarse por una reacción inmune ante una infección que posteriormente se convertiría en un trastorno autoinmune, afectando al circuito corticoestriado y desencadenando los síntomas característicos de este trastorno.

Las investigaciones en el campo de las adicciones tampoco podían permanecer ajenas al influjo de la Psiconeuroinmunología. Se ha comprobado que diversas sustancias de abuso, entre ellas el alcohol, cocaína, anfetaminas, MDMA (éxtasis), opiáceos, marihuana o nicotina, producen importantes cambios en la función inmune, por ejemplo, el alcohol afecta tanto a la respuesta específica como a la inespecífica (aumenta los anticuerpos circulantes y la expresión de citocinas y marcadores inflamatorios). Este hecho concuerda con el hallazgo en sujetos alcohólicos de marcadores de activación de la microglía y de la expresión de citocinas en diversas áreas de la corteza cerebral. Se ha encontrado además que la abstinencia alcohólica no sólo produce una activación del eje HHA, sino también una respuesta inflamatoria en el SNC. Los psicoestimulantes como la cocaína o las anfetaminas afectan igualmente a la inmunidad adquirida e innata, activando a la microglía, alterando los niveles de citocinas y los mecanismos de protección de la BHE. También los opiáceos como la morfina y heroína afectan a la función inmune y provocan activación microglial. Se sabe que los sujetos adictos presentan una elevada prevalencia de infecciones y cáncer, entre otros problemas médicos, que se han achacado al menos en parte, a una alterada función inmune; estos sujetos presentan además una alta comorbilidad con trastornos psiquiátricos, en los que también se ha observado una disfunción inmune.

Desde una perspectiva clásica los trastornos psicopatológicos se han venido investigando en relación con posibles alteraciones en diversos sistemas de neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas. Sin embargo, la irrupción de la Psiconeuroinmunología que ha permitido descubrir que en estos trastornos también se presenta afectación de la función inmune con nivel es alterados de citocinas, ha llevado incluso a plantear que quizás la disfunción inmune podría ser un factor causal en algunos trastornos psicopatológicos (Fig. 14.15). Aunque todavía no hay datos concluyentes acerca de qué surge en primer lugar, si el trastorno inmune o el psicopatológico, las alteraciones de la función inmune empiezan a ser consideradas como un síntoma más del trastorno.

El conocimiento de las vías de comunicación entre el sistema neuroendocrino y el sistema inmune ha abierto nuevas perspectivas en el tratamiento y prevención de los trastornos psiquiátricos y de conducta, planteando estrategias terapéuticas muy diferentes de las utilizadas hasta el momento y que proponen el uso de fármacos con propiedades antiinflamatorias (es decir, que reduzcan los marcadores de inflamación) para el tratamiento tanto de los procesos adictivos como de los trastornos psiquiátricos, especialmente en los casos resistentes a los tratamientos habituales.

Anterior
Siguiente