Una aproximación general a los sistemas motores

Una aproximación general a los sistemas motores

Nuestra conducta, como la de cualquier otro animal, implica una multitud de movimientos de diferente complejidad que van desde girar la cabeza hasta la más difícil pirueta que pueda realizar un patinador.

Pero no es necesario referirse a destrezas especiales para ilustrar una secuencia intrincada de movimientos coordinados si tenemos en cuenta la cantidad de músculos (lengua, laringe, labios, mejillas, diafragma, etc) que están implicados en una actividad para nosotros tan cotidiana como hablar y que hemos de realizar con una precisión absoluta si pretendemos que los demás entiendan, por ejemplo, casa y no cama.

Pensemos también en los movimientos que realizamos habitualmente, por ejemplo, comer, vestirnos, escribir, andar, correr, conducir, coger objetos, manejar el ordenador o el móvil, etc. La realización correcta de estos movimientos evidencia el complejo trabajo que realizan los sistemas motores, que nos permiten mantener las posturas o posiciones estáticas del cuerpo o de cualquiera de sus partes, y ejecutar los movimientos, que constituyen el paso de una postura a otra. Las posturas y los movimientos se alternan constantemente en el comportamiento y ambos se encuentran bajo control del SNC, que planifica, coordina y ejecuta el control motor de las estructuras periféricas (músculos esqueléticos) que intervienen en su mantenimiento o realización. Aunque parte de este control se resuelve en circuitos locales de la médula espinal y del tronco del encéfalo, gran parte del control motor depende de diversas estructuras del encéfalo que canal izan sus señales a través de vías descendentes que confluyen finalmente en las motoneuronas espinales y troncoencefálicas: son estas neuronas motoras las que inervan los músculos esqueléticos y cuya activación desencadena la contracción muscular, base de los movimientos.

Existen diferentes modalidades sensoriales que permiten que tengamos una representación interna lo más completa posible de parte del mundo que nos rodea. Aunque no podemos hablar de modalidades en los sistemas motores, nuestros actos motores sí pueden clasificarse en función de su complejidad y del grado de control voluntario en su ejecución, distinguiéndose diferentes tipos de movimientos.

Los movimientos reflejos son considerados las unidades elementales del comportamiento motor, en cuanto que se ejecutan de modo continuado para mantener las condiciones posturales necesarias que van a permitir el desarrollo de conductas más complejas. Se trata de respuestas relativamente simples, rápidas, estereotipadas e involuntarias, cuyo inicio puede ser desencadenado por estímulos sensoriales y que una vez que se han disparado no pueden ser modificadas hasta su término. La complejidad de los reflejos varía en función de los grupos neuronales que intervienen, como veremos más adelante.

Los movimientos voluntarios son los que realizamos con un propósito, requieren una planificación previa y son los más complejos: comer, vestirnos, conducir nuestro coche, etc, pues los ejecutamos decidiendo su inicio, terminación y el modo en que los llevamos a cabo. Son movimientos en gran medida aprendidos cuya ejecución mejora con la práctica, de tal forma que pueden realizarse de modo casi inconsciente (por ejemplo, andar en bicicleta, escribir en un teclado, etc).

Existe otro tipo de movimientos que no pueden incluirse en estas categorías, ya que no son típicamente reflejos ni típicamente voluntarios, algunos movimientos rítmicos, como la locomoción o la respiración, se realizan de forma automática y no requieren nuestra atención, aunque sí podemos iniciarlos o terminarlos voluntariamente; al tratarse de movimientos muy complejos, su programación y ejecución dependen de circuitos en los que participan diversas estructuras encefálicas de nivel superior.

Una de las características fundamentales de los sistemas motores es que presentan una organización jerárquica, lo que significa que existe una gradación de funciones entre sus distintos componentes: las órdenes motoras fluyen desde los niveles superiores a los inferiores, que pueden asumir determinadas funciones, pero no sobrepasarlas y deben cumplir las órdenes emitidas desde los niveles superiores, ya sea a través de centros de mando intermedios o de forma directa. De este modo, los niveles superiores quedan libres para acometer funciones de mayor complejidad.

El nivel inferior en el organigrama de control motor está constituido por las motoneuronas de la médula espinal y del tronco del encéfalo, que tienen autonomía para realizar actos motores estereotipados y automáticos, como los movimientos reflejos, sin contar con los niveles superiores, aunque también reciben órdenes desde ellos para modular los reflejos o para integrarlos como parte de actos motores más complejos.

El nivel superior de la jerarquía motora corresponde a la corteza cerebral, en concreto, a la corteza motora y diversas áreas de asociación. Desde la corteza motora parten tractos de axones que descienden hasta el tronco del encéfalo) la médula espinal, constituyendo los sistemas motores descendentes.

El nivel intermedio de esta jerarquía motora está constituido por diversos núcleos del tronco del encéfalo, donde también se originan parte de los sistemas descendentes a la médula espinal. Cada nivel de la jerarquía motora recibe una constante retroalimentación de las vías sensoriales, que le aporta información de las consecuencias de los propios actos motores. A su vez, los sistemas motores descendentes también envían hacia los niveles superiores una copia de las órdenes remitidas a los niveles inferiores.

Hay además otras estructuras encefálicas que forman parte del sistema motor, los sistemas moduladores, constituidos por los ganglios basales y el cerebelo, que no envían órdenes directas a las motoneuronas del tronco del encéfalo y de la médula espinal, sino que intervienen en el control motor modulando la actividad de los sistemas descendentes. De las funciones específicas de todas estas estructuras iremos hablando a lo largo del capítulo (Figs. 12.2 y 12.3).

Esta organización jerárquica por la que las órdenes motoras descienden desde los niveles superiores a los niveles inferiores pasando por niveles intermedios se denomina organización en serie. Sin embargo, las vías motoras descendentes no sólo están organizadas en serie, sino también en paralelo, ya que existen vías que van directamente, por ejemplo, de la corteza cerebral a la médula espinal sin pasar por niveles intermedios, lo que aporta mayor capacidad de procesamiento y de adaptación en el control motor (Fig. 12.3).

Esta organización jerárquica en serie y en paralelo también es característica de los sistemas sensoriales, sin embargo, es evidente que existen claras diferencias entre ellos: los sistemas sensoriales transforman la energía estimular en impulsos nerviosos proporcionándonos información sobre el entorno y, por el contrario, los sistemas motores traducen las señales neurales en contracción muscular para producir movimientos. Además, el origen y la trayectoria que siguen las vías motoras son inversos a los de los sistemas sensoriales: en este caso, la información se dirige hacia el SNC a través de vías aferentes, mientras que en los sistemas motores fluye desde los centros de control del SNC hacia la periferia a través de vías eferentes. Hay que puntualizar, sin embargo, que en la interacción que establecemos con el medio ambiente en el que vivimos, la sensorialidad y la motricidad no son en absoluto aspectos separados, ya que para guiar los movimientos que constituyen nuestro repertorio conductual necesitamos información sensorial procedente no sólo del entorno, sino también del estado en que se encuentra nuestro propio organismo. Y a ello dedicaremos el próximo apartado, con el propósito de conocer los mecanismos mediante los que el SNC recibe tan valiosa información.

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