Wilhelm Wundt y el proyecto de la psicología moderna: I.La psicología experimental

Todavía hoy buena parte de la memoria histórica del psicólogo se ajusta al gran relato establecido por el influyente manual de Edwin G. Boring (1950/1990) que convierte a Wilhelm Wundt (1832-1920) en el padre fundador de nuestra disciplina en tanto que verdadera ciencia. El argumento histórico oficial establece que Wundt logró independizar la psicología de la filosofía reivindicando su carácter eminentemente científico y experimental y, correlativamente, creando una estructura institucional —un instituto, un laboratorio, una revista y un programa para la elaboración de tesis doctorales y proyectos de investigación— para desarrollarla en este sentido. Sin embargo, el proceso histórico está lleno de matices y es mucho más complejo de lo que estarían dispuestos a aceptar los historiadores partidarios de una historia interna y acumulativa de la psicología (BenDavid & Collins, 1996; Brock, 1993). Más que como un héroe libertador de nuestra disciplina, nos interesa entender a Wundt como un complejo punto de intersección en el que concurren las condiciones de posibilidad científicas, filosóficas y socioinstitucionales que hemos tratado de explicar en los capítulos anteriores. Es en ese sentido en el que cabe considerar la vida y la obra de Wundt como un episodio realmente relevante a la hora de convertir la psicología en un ámbito de actividad con un perfil socialmente reconocible hasta el día de hoy. Más aún, de acuerdo con esta complejidad, es necesario advertir que el pensamiento de Wundt estuvo sometido a múltiples cambios a lo largo de su vida y se desarrolló, como no puede ser de otra manera, bajo importantes y singulares circunstancias personales (sobre la importancia de este tipo de condicionantes en historia de la psicología véase Rosa, Huertas y Blanco, 1996).

Para empezar, como sucedió con muchos otros celebrados «padres fundadores» de la disciplina, las inquietudes teóricas de Wundt provienen, en buena medida, de un contexto familiar temprano donde la religión jugaba un papel importante a la hora de explicar los actos humanos. Su padre era pastor luterano y delegó la instrucción de su hijo en manos de un tutor que también era vicario. La juventud de nuestro personaje transcurrió entre libros y estudios, de tal manera que, según Boring (1950/1999), Wundt no tuvo amigos de su edad ni mostró nunca interés por los juegos y distracciones mundanas. Como en el caso de James, Freud o Vygotski, su crianza y educación en un contexto religioso marcado por la disciplina y el estudio termina conduciéndole a la búsqueda de respuestas más satisfactorias en el campo de la ciencia y la filosofía.

Como también en el caso de los autores mencionados, Wundt experimentó una profunda crisis personal y terminó dedicando su vida a desarrollar una explicación sistemática e integral de la experiencia humana. A ese respecto, Wundt es heredero de la concepción kantiana del ser humano y de las respuestas científico-filosóficas que los grandes autores de la tradición germana —principalmente Helmholtz, Fechner, Herbart y Lotze— habían tratado de dar a los problemas psicológicos planteados por Kant (Leary, 1982).

El resultado de todo ello será un desempeño vital y teórico de gran complejidad que, siguiendo una estrategia historiográfica relativamente habitual, nosotros vamos a tratar de presentar a través de varias etapas acotadas por hitos de su pensamiento y actividad institucional. No se trata, en todo caso, de etapas progresivas o acumulativas y definidas por hallazgos y logros de Wundt que se superen sucesivamente; más bien son intervalos o trayectorias biográficas encabalgadas que revelan la complejidad y zozobras de su sistema y, en último término, las propias dificultades que nuestra disciplina arrastra todavía hoy.

INICIOS EN HEIDELBERG: LA INFLUENCIA DE HELMHOLTZ Y LA INFERENCIA INCONSCIENTE

Wundt estudió medicina en Berlín, Tubinga y, sobre todo, Heidelberg, y se especializó en fisiología experimental teniendo como maestros a autoridades de la época como Johannes Müller (1801-1858) y su sucesor, Emil du Bois-Reymond (1818-1896). Tras obtener el doctorado, solicitó ser ayudante de Hermann von Helmholtz (1821-1894) y trabajar en el Laboratorio de Fisiología Experimental que éste dirigía en la Universidad de Heidelberg. Su trabajo como docente en Heidelberg se desarrolla entre 1857 y 1874, período en el que ocupa diversos puestos académicos e imparte distintas asignaturas. Lo más relevante es su creciente interés por la fisiología de la percepción sensorial y, particularmente, por los procesos psicológicos que participaban en ella.

Durante esta etapa, Wundt compartirá con su maestro Helmholtz el objetivo de fundamentar científicamente la teoría del conocimiento de Kant, así como su definición del conocimiento como una síntesis activa de datos sensoriales y fisiológicos. Dentro de esta perspectiva, los hábitos, aprendidos y automatizados, vendrían a sustituir a las categorías a priori de Kant. Para entender el paso de las sensaciones y percepciones simples a las manifestaciones más complejas de la vida psíquica, Wundt siente la necesidad de ampliar su formación filosófica. Debido a ello, empezará a indagar, entre otras fuentes, en la psicología de Johann Friedrich Herbart (1776-1841) y a desarrollar sus primeras ideas «psicológicas». Sus primeros trabajos relevantes a ese respecto son Contribuciones a la teoría de la percepción sensorial (Wundt, 1862) y Lecciones sobre la mente humana y animal (Wundt, 1863).

Wundt, como Helmholtz, recurrirá a la idea de «inferencia inconsciente» para explicar la conexión entre las impresiones sensoriales y la percepción consciente. Según esta idea, las sensaciones operan en un plano «inconsciente» y no representacional. De hecho, en este momento Wundt criticaba la psicofísica de Fechner por suponer que los juicios emitidos por los sujetos experimentales sobre sus sensaciones internas eran índices fiables y objetivos de la estimulación recibida. En su lugar, Wundt defendía la «inferencia inconsciente» como el proceso por el que las sensaciones subyacentes terminan convirtiéndose en percepciones básicas en el plano mental (táctiles, visuales, etc.) e incluso llegan a componer las percepciones y los procesos de conciencia más complejos, aquellos a los que nuestra mente sí tiene acceso.

Además, la naturaleza de la «inferencia inconsciente», en tanto que proceso mediador entre sensaciones y percepciones, era, como planteaba Helmholtz, silogística; es decir, de carácter lógico e inductivo2. De hecho, en este momento Wundt creía que todo el desarrollo y la actividad mentales se ajustaban, en último término, a leyes lógicas. A partir de la sensación, dichas leyes modelarían la percepción y configuración de la conciencia, dominando implícitamente el mundo de las representaciones y, finalmente, la formación de conceptos, ideas y sistemas (Araujo, 2012; Richards, 1980).

Tratando de resumir al máximo este complejo planteamiento, podríamos decir que en ese momento Wundt defendía la existencia de procesos muy sencillos, de naturaleza fisiológica y funcionamiento lógico, sobre los que se construían y sostenían los procesos mentales más complejos. Nuestra conciencia sí tendría acceso a los complejos, «se daría cuenta» de ellos, pero no de los sencillos. Por eso estos últimos serían «inconscientes», es decir, serían imposibles de contemplar en el plano de la conciencia como contemplamos la imagen o representación de una fruta o cualquier otro objeto; y serían también «inferenciales», es decir, funcionarían invariablemente a través de mecanismos automáticos y lógicos que también escaparían a nuestro control consciente.

Sin embargo, durante los últimos diez años que pasó en Heidelberg, Wundt fue abandonando progresivamente esa concepción lógica de la mente, así como el recurso a procesos inconscientes como vía para explicar los fenómenos psíquicos. Sus inquietudes filosóficas y el distanciamiento de la perspectiva fisiológica de su maestro Helmholtz, en tanto que metalenguaje para la psicología y sustento de una perspectiva más reduccionista, fue fundamental en ese proceso (Araujo, 2010 y 2012; Diamond, 1980; Graumann, 1980; van Hoorn y Verhave, 1980). Así, cuando al final de su etapa de Heidelberg publica la primera edición de sus Fundamentos de psicología fisiológica, Wundt plantea que la sensación sólo puede existir en el plano de la conciencia. Tratar de inferir lo que sea que antecede a la aparición de la sensación en la mente —sea fisiológico, lógico, inconsciente, etc.— apenas reviste interés para un punto de vista psicológico. Éste debía centrarse en el análisis de la conciencia, de las sensaciones que la componen y de las leyes mediante las cuales se forman a partir de ellas representaciones, conceptos e ideas. Wundt, en definitiva, está ofreciendo ya un ambicioso sistema propiamente psicológico.

FUNDAMENTOS DE PSICOLOGÍA FISIOLÓGICA (1873-1874): LA MENTE SEGÚN WUNDT

En 1874 Wundt publica la primera edición de su famoso tratado conocido con el título de Fundamentos de psicología fisiológica. En buena medida, se trata de una recopilación de los conocimientos psicológicos de la época que en años sucesivos verá cinco reediciones —en 1880, 1887, 1893, 1902-1903 y 1908-1911— con modificaciones relevantes. Sea como fuere, puede afirmarse que, desde la primera edición, las directrices básicas de su sistema psicológico y su modelo fundamental de la mente están completamente establecidos. Eso sí, como también ocurrirá más adelante con su monumental Völkerpsychologie [Psicología de los pueblos], tal modelo se popularizará en el ámbito internacional gracias a una obra mucho más resumida y compacta: el Compendio de psicología (Wundt, 1896/s.a.). Éste fue también el primer texto que recogió su importante teoría de los sentimientos, y llegó a ver diez ediciones.

El aspecto programático básico de su sistema plantea que la experiencia vital es ontológicamente una e indivisible, aunque puede aparecer bajo dos puntos de vista, el de experiencia externa y el de experiencia interna. El primero de ellos se asocia habitualmente con las ciencias naturales, con la posibilidad de generar conocimiento con la participación o «mediación» de los sentidos externos (tacto, vista, olfato, etc.). Estas ciencias toman el objeto o fenómeno que se pretende conocer (una piedra, un rayo de luz, un sonido, etc.) como preocupación fundamental, haciendo abstracción de —o no considerando a— el sujeto que conoce. Para Wundt, en todo caso, la experiencia externa, la percepción de los objetos de la realidad, produce necesariamente «representaciones» internas en el sujeto (ideaciones, imágenes, etc.), por lo que también debía ser motivo de preocupación y estudio de la psicología. Sin embargo, la psicología iba más allá, tomando también en consideración otros fenómenos exclusivos de la experiencia interna, aspectos necesarios para caracterizar la totalidad de la actividad del sujeto cognoscente. Esto incluía, junto con las representaciones, los sentimientos y actos volitivos, objetos de estudio para la psicología que aparecían de manera directa o «inmediata» —sin experiencia anclada en un objeto externo específico— en la conciencia del sujeto.

Como hemos señalado, partiendo de la proclamada unidad de la experiencia, Wundt subrayará que a la psicología le competen ambos tipos de conocimiento, el externo y el interno. Estaba muy interesado en impugnar la concepción clásica que convertía la Psicología en una disciplina dedicada exclusivamente a la experiencia interna. Precisamente, uno de los motivos teóricos más importantes por los que Wundt utilizó la denominación de «psicología fisiológica» fue para remarcar su ubicación disciplinar en la frontera entre ambas dimensiones, la interna y la externa, conectándolas.

El segundo motivo de importancia para usar esa denominación era reivindicar la necesidad de trabajar con los métodos experimentales propios de la fisiología, los únicos capaces de garantizar objetividad en el estudio de la experiencia. Pero esto también suponía poner en cuestión el principio de «inferencia inconsciente» y el supuesto de que las sensaciones básicas eran inaccesibles al análisis subjetivo. Muy al contrario, en este momento Wundt piensa que todo proceso mental, incluyendo tales sensaciones, acontece en el plano de la conciencia. Al contrario que en la etapa previa, el sujeto ahora sí puede, hasta cierto punto, detenerse y trabajar con las sensaciones. Como también proponía Kant en su Antropología en sentido pragmático, la conciencia se entiende como un amplio campo de contenidos potencialmente perceptibles. Según el momento y la percepción de la que se trate, algunos de esos contenidos son iluminados, destacados o fijados en el foco atencional del sujeto en detrimento de otros que quedaban en la penumbra de la conciencia.

De igual modo, la conciencia obedece ahora a leyes y principios exclusivamente psicológicos, a un orden autónomo, independiente e irreductible a niveles lógicos o fisiológicos, básicos y subyacentes, como los supuestos por el concepto de «inferencia inconsciente» en la etapa de Heidelberg. Los procesos fisiológicos son, de hecho, los únicos que en este momento serán considerados propiamente «inconscientes» o, más bien, «no conscientes»; esto es, imposibles de visibilizar en el plano de la conciencia en tanto que son procesos puramente orgánicos. En definitiva, no podemos ver y, por tanto, informar de forma directa o inmediata de nuestro propio funcionamiento neuronal como tampoco podemos hacerlo, por ejemplo, del funcionamiento de nuestro aparato respiratorio.

En cierto sentido, Wundt regresaba ahora al paralelismo psicofísico propuesto por Fechner que había criticado en sus primeros años en Heidelberg. Lo psicológico y lo fisiológico remitían a la misma experiencia o fenómeno vital, actuaban paralela y simultáneamente, si bien cada uno de ellos obedecía a legalidades diferentes y podía observarse desde dos puntos de vista. Como hemos visto, la psicología era especialmente relevante a la hora de acceder de forma inmediata a la experiencia y, en consecuencia, estudiar las vivencias mentales del sujeto. Estas consistirían en un encadenamiento jerárquico y progresivo de procesos psíquicos en desarrollo, desde las sensaciones y sentimientos más básicos hasta las ideas y afectos más complejos, que se interrelacionarían entre sí según diversas leyes psicológicas: se trataría, entonces, de una formulación alternativa a la de las leyes lógicas que había propuesto en la etapa de Heidelberg. Resumimos la estructura y dinámica mental propuesta por Wundt, en su momento de mayor madurez, en la figura 1.

Como muestra el gráfico, en el nivel más bajo de la estructura psíquica propuesta por Wundt aparecen los elementos simples. Estos eran las «sensaciones», derivadas de la estimulación de los sentidos, producidas por el mundo externo u objetivo, y los «sentimientos», emergentes en el espacio subjetivo y sustento de la experiencia interna. Wundt suponía que ambos elementos podían estimarse tanto desde el punto de vista cuantitativo —o relativo a su intensidad— como cualitativo —o definido por su naturaleza—. Especialmente relevante es su teoría tridimensional del sentimiento, un análisis cualitativo que permitiría representar un sentimiento en un espacio tridimensional configurado por tres ejes: uno correspondiente a la dimensión de agrado-desagrado, otro a la condición fisiológica de excitación-calma y el tercero a la condición psicológica de tensión-relajación voluntaria. El modelo fue tan influyente como controvertido, dado que los resultados experimentales que debían respaldarlo no fueron concluyentes.

En otro nivel del aparato psíquico se producía la síntesis de los anteriores elementos básicos dando lugar a las «formaciones psíquicas». Estas eran de dos tipos. Por un lado, Wundt definía las representaciones o ideas, que se componían principalmente por sensaciones y se dividían, a su vez, en intensivas, espaciales y temporales. Por otro lado, aparecían los afectos, que se componían principalmente de sentimientos y se dividían, a su vez, en impulsos, emociones y procesos volitivos. Las «formaciones psíquicas» no eran fenómenos de conciencia discretos y estáticos, sino que mostraban, precisamente, la transformación, el fluir y la unidad de la conciencia. Para Wundt, la actividad mental era dinámica y se generaba y variaba en el devenir temporal.

Por último, la «conexión» y combinación de estas formaciones en un nivel superior, suponiendo algo más que la suma de sus partes o elementos constituyentes, obedecían a tres principios de causalidad psíquica de los que, a su vez, se derivaban tres leyes generales del desarrollo psíquico. El primero de los tres principios era el de «las resultantes» o «la síntesis creadora», según el cual un contenido es cualitativamente superior a la suma de los atributos de los elementos que lo componen. El segundo era el de «las relaciones psíquicas», según el cual el significado de un contenido depende de sus relaciones con otros contenidos. Por último, el tercer principio era el de «los contrastes», según el cual la oposición entre contenidos provoca que estos se refuercen mutuamente.

Por su parte, la primera de las leyes era la del «crecimiento mental», que proponía la integración progresiva desde las formas simples a las elaboradas. La segunda ley planteaba «la heterogeneidad de los fines», según la cual se generan nuevos fines a partir de los perseguidos o alcanzados. La tercera y última ley era la del «desarrollo hacia los antagonistas», definiendo que los fenómenos mentales e incluso los histórico-culturales oscilan entre alternativas contrarias a lo largo del tiempo.

Al margen de las leyes específicas, hay dos aspectos muy importantes en el sistema mental de Wundt que están asociados a la así denominada «causalidad psíquica».

Por un lado, ésta era un tipo de causalidad diferente a la del mundo físico, ya que tenía un carácter teleológico; es decir, estaba dirigida a fines o metas sin necesidad de determinantes fisiológicos o respuestas reactivas a condiciones ambientales. De forma similar —aunque no asimilable— a James y Brentano, el sistema de Wundt supone que la conciencia y los procesos mentales humanos siempre están orientados intencionalmente, tienden hacia algo. Atendiendo a estos aspectos, el sistema de Wundt se ha denominado voluntarista, aunque, en todo caso, hay que tener claro que el voluntarismo de Wundt no comprendía sólo la elección racional y reflexiva, sino que afectaba a toda forma de deseo, tendencia o motivación inherentes a la condición humana (Danziger, 1980a).

Por otro lado, la «causalidad psíquica» relacionaba y conectaba las «formaciones psíquicas» conformando, finalmente, la síntesis y la experiencia plena de conciencia. Tal síntesis y experiencia superior era denominada por Wundt «apercepción». En realidad, se trataba de un término tomado de la psicología de Herbart —y, más atrás en el tiempo, de la filosofía de Leibniz— para remarcar el carácter unificado, focalizado y creativo de la actividad y la experiencia mental (Danziger, 1980b). Conviene precisar que la apercepción era algo más que la mera atención —el proceso de orientación por el que un contenido concreto del mundo entraba y aparecía en el foco atencional—, ya que implicaba la voluntad activa del sujeto para elegir entre contenidos mentales y componer síntesis superiores. Asimismo, Wundt reconocía la existencia de un segundo tipo de «apercepción» capaz de componer síntesis de manera pasiva y meramente asociativa. Pero era la versión activa la que atribuía en exclusiva a los procesos mentales superiores, intencionales y propios del ser humano.

Por último, como muestra el gráfico 1, en el nivel más externo y superior del sistema cabía colocar los productos psíquicos o espirituales. Sobre ellos volveremos cuando hablemos de la Völkerpsychologie. Baste aquí señalar que, junto a la apercepción y los aspectos voluntaristas del sistema wundtiano, tales productos fueron ganando protagonismo a través de las sucesivas ediciones de los Fundamentos de psicología fisiológica. Independientemente de ello, desde la primera edición de 1874, Wundt mostraba ya un interés propiamente psicológico y rechazaba las tendencias más reduccionistas y fisiologistas de la etapa de Heidelberg.

CONSOLIDACIÓN EN LEIPZIG: INSTITUCIONALIZACIÓN Y MÉTODO DE LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL (1875-1900)

El proyecto psicológico de Wundt alcanzará su madurez en el momento en que, primero, ocupe una cátedra de Filosofía Inductiva en la Universidad de Leipzig en 1875 y, cuatro años más tarde, en 1879, funde un laboratorio de psicología. No será hasta 1885 cuando éste adquiera la categoría oficial de Instituto de Psicología Experimental, cuatro años después de que Wundt hubiera creado la revista Philosophische Studien [Estudios filosóficos] para empezar a dar respaldo editorial y divulgación a los numerosos trabajos y tesis doctorales que empezaban a realizarse bajo su dirección. Significativamente, la revista terminaría cambiando su título por el de Psychologische Studien [Estudios psicológicos], aunque esto no ocurrió hasta 1903.

Los cursos, las investigaciones, las actividades académicas y la expedición de títulos oficiales de prestigio convirtieron al Instituto de Psicología de Leipzig en el lugar al que debía acudir cualquier profesor o investigador del mundo interesado por la psicología (sobre las actividades del Instituto puede consultarse Mülberger, Sáiz y Sáiz, 1995; Nicolas y Ferrand, 1999).

El centro recibió académicos de las nacionalidades más variadas entre los que cabe destacar al alemán Emil Kraepelin (1856-1926) —reconocido psiquiatra que desarrolló la influyente teoría de Wundt según la cual la esquizofrenia derivaba de un trastorno atencional—, el británico Edward B. Titchener (1867-1927) —que replanteó la psicología wundtiana en términos estrictamente sensualistas y asociacionistas (Leahey, 1981)—, el norteamericano James McKeen Cattell (1860-1944) —que llevó los métodos experimentales de Wundt al terreno de la psicología diferencial y aplicada— o el español Eloy Luis André (1878-1935) —que se convirtió en el más importante divulgador de las ideas de Wundt en España junto a Juan Vicente Viqueira (1886-1924) (Carpintero, 1981). Todos se reconocieron como discípulos del maestro de Leipzig y reprodujeron sus estrategias institucionales (creación de cátedras, revistas, laboratorios, etc.) y métodos experimentales cuando retornaron a sus países, si bien la mayoría de ellos también se distanciaron explícitamente de las tesis teóricas y programas de investigación defendidos por Wundt (Civera, Pastor y Tortosa, 2006; Danziger, 1979).

Como hemos señalado en la introducción a este capítulo, los episodios fundacionales e institucionales han sido habitualmente empleados por la historiografía descriptiva más clásica para justificar a Wundt como el héroe pionero capaz de desligar la psicología de la filosofía. Pero el transfondo es más intrincado y complejo.

La actividad institucional y fundacional de Wundt debe situarse en el contexto de las luchas por el poder académico dentro de las influyentes universidades alemanas del siglo xix (Leahey, 2005; Smith, 1997). Los profesores más prometedores trataban de conseguir cátedras para estar bien situados en esos enfrentamientos, sobre todo en los reconocidos ámbitos de la filosofía y de la medicina. Pero no siempre las conseguían: así, tras el traslado de Helmholtz a Berlín en 1871, Wundt trató de sucederle en su cátedra de Heidelberg cuatro años después, pero fracasó y tuvo que conformarse con la de Lepizig. Inmediatamente reorientó sus esfuerzos académicos hacia la psicología, una opción carente del lustre académico y político de la filosofía o la fisiología, pero a salvo de la voracidad y la cruenta lucha institucional que caracterizaba a estas otras áreas (Ringer, 1969).

Lo que la historia tradicional de la psicología ha reivindicado como relevante en relación con el episodio fundacional asociado a Wundt no es tanto la creación de un paradigma, la propuesta rupturista de una nueva dirección teórico-epistemológica, cuanto un estratégico logro institucional. A partir de éste, nuestro autor impulsaba la demarcación y colonización de un territorio académico en medio de las luchas de poder de la universidad alemana. Con todo, también es cierto que ese contexto resultó fundamental para modernizar los estudios superiores, delinear el perfil del profesor investigador, promover el debate entre filósofos y científicos, formar a los egresados y, en definitiva, ofrecer un modelo de organización de la enseñanza superior al resto del mundo (Ash 1981; Leahey, 2005; Littman, 1979).

A pesar del famoso episodio institucional —y su valor para el reconocimiento histórico de la psicología como ciencia independiente—, es muy significativo que durante la etapa de Leipzig los planteamientos teóricos y epistemológicos de Wundt no se desliguen en ningún momento de la filosofía. Más bien su relación con ella se estrecha, puesto que Wundt pensaba en desarrollar un proyecto amplio de metafísica, si bien en un sentido empírico o basado en la experiencia frente a la clásica metafísica especulativa (Wundt, 1889). Es en esta sistematización metafísica donde cobra sentido su elaboración de tratados a propósito de dominios tradicionalmente filosóficos como la lógica y la ética (Wundt, 1880-1883 y 1886). Si a todo ello unimos la relajación del compromiso con la fisiología exhibido en sus Fundamentos de psicología fisiológica, la cuestión que cabe plantearse es por qué, a pesar de todo, Wundt mantuvo la denominación de psicología fisiológica en todas las reediciones de su tratado y, muy particularmente, a la hora de definir el método propio de la investigación experimental.

A estas alturas, era evidente que la psicología de Wundt no trabajaba directamente con aspectos fisiológicos. En realidad, como ya hemos adelantado en el epígrafe anterior, el adjetivo «fisiológico» tenía que ver menos con un «objeto» de estudio que con un «método». En la época, hacía referencia prioritariamente al uso de técnicas y métodos de estudio experimentales y objetivos, sin necesidad de que estos tuvieran que aplicarse exclusivamente al estudio de la anatomía o fisiología de un organismo. «Fisiológico» era, en definitiva, sinónimo de «experimental».

La experimentación era y es un método de trabajo científico que supone que una hipótesis se puede poner a prueba en una situación controlada por el investigador. Por eso la psicología fisiológica de Wundt es, en realidad, una psicología experimental y refleja la búsqueda de un método riguroso que permitiera abordar los objetos de estudio supuestos en su sistema (Leahey, 2005). Teniendo en cuenta que tales objetos eran fenómenos de conciencia, la única alternativa metodológica era la auto-observación experimental. El problema central al que se enfrentaba Wundt entonces era cómo convertir la observación de lo que sucedía en el interior del sujeto en un estudio realmente científico. Wundt era muy crítico con la vieja introspección «de sillón» en la que, a la manera de Descartes y su «pienso, luego existo», el filósofo especulaba libremente sobre la naturaleza de sus propios procesos y experiencias mentales (Blumenthal, 1980). Desde sus tiempos de Heidelberg, Wundt siempre planteó que, al volver la mirada hacía sí, el sujeto no tenía por qué estar observando lo que realmente sucedía, sino que podía estar reflexionando y elaborando una teoría arbitraria sobre lo que acababa de experimentar.

Estas suspicacias de Wundt eran continuación directa de las que habían llevado a Kant a rechazar, desde el punto de vista filosófico, la posibilidad de una psicología entendida como una ciencia completa equivalente la física. En último término, el aparato psíquico podía volverse sobre los contenidos o datos que aparecían de forma inmediata en la conciencia, pero esta última no podía volverse sobre sí misma para observar los mecanismos que los habían producido sin desvirtuar dichos mecanismos —pensar sobre cómo pensamos sería como tratar de levantarnos a nosotros mismos agarrándonos por el pelo—.

Para salvar este problema, ya hemos señalado cómo la solución experimental que Wundt propondrá después de la etapa de Heidelberg consistirá en centrarse en fenómenos de conciencia simples como la sensación, por un lado, y en tratar de manipular las condiciones de la percepción interna e inmediata hasta aproximarla a las condiciones de la percepción externa y mediata de los métodos de estudio observacionales y objetivos, por otro (Danziger, 1980b y 1980c). Para ello, trató de diseñar una auto-observación perfectamente sistemática y controlada apoyándose en la invención, construcción y adquisición de instrumentos y tecnología de calibración muy precisos para la época, como quimógrafos, diapasones, péndulos, cronográfos, metrónomos, etc. (Sokal, Davis y Merzbach, 1976). Tal propuesta se ha mantenido hasta hoy en día, si tenemos en cuenta lo que los psicólogos experimentales hacen con sus ordenadores y maquinaria de laboratorio. Al igual que actualmente, se suponía que la tecnología empleada por Wundt era muy fiable: permitía presentaciones estimulares de gran exactitud y replicaba las mismas condiciones de experimentación a la hora de analizar los cambios y convergencias entre las respuestas y experiencias de los distintos sujetos. En otras palabras, se suponía que con esta tecnología se estaba en condiciones de hacer generalizaciones de valor universal.

Wundt contaba con el registro y la atención prestada por los inves­tigado­res a los cambios fisiológicos y conductuales de los sujetos experimentales. Pero una clave informativa básica también era la que el propio sujeto ofrecía describiendo inmediatamente su experiencia perceptiva. El objetivo era evitar procesos de reflexividad sobre los propios procesos de conciencia y, por ende, los problemas advertidos por Kant casi un siglo antes. Los sujetos que participaban en los experimentos debían estar, por ello, bien formados y entrenados para conocer a qué tipo de cuestiones debían atender (Danziger, 1990, Despret, 2015). Cabe llamar la atención sobre el hecho de que, en contraste con lo comentado, el sujeto experimental ideal en la actualidad debe ser ingenuo, no conocer las hipótesis y el proceso al que se va a someter. En todo caso, sí se le ofrecen instrucciones detalladas sobre aquellas cuestiones, estímulos, etc. a las que se debe atender durante las pruebas, por lo que, en cierto nivel, también se le prepara o entrena. En línea con estos paralelismos, lo ideal para Wundt era trabajar con investigadores y estudiantes del propio Instituto de Leipzig, herencia que el experimentalismo también ha arrastrado hasta la actualidad si tenemos en cuenta que, después de la rata blanca, los sujetos experimentales más utilizado hoy en día son estudiantes de la carrera ya comprometidos o imbuidos de nuestra cultura disciplinar.

En la práctica, los informes introspectivos del laboratorio de Leipzig se limitaban a juicios psicofísicos muy básicos e inmediatos sobre tiempo de reacción, peso, intensidad, duración, etc. del estímulo o, alternativamente, medidas dependientes de la actividad del sistema nervioso periférico —nuevamente, una línea mantenida fielmente por el experimentalismo actual—. En ningún caso los estudios experimentales del laboratorio de Leipzig recurrían a relatos introspectivos extensos y abiertos. La preocupación metodológica de Wundt a este respecto era muy importante y, de hecho, provocó una famosa y reveladora polémica con los autores de la Escuela de Wurzburgo.

INTERLUDIO: WUNDT CONTRA WURZBURGO, O LAS LIMITACIONES DEL EXPERIMENTALISMO EN PSICOLOGÍA (1907)

En los estudios de historia de psicología se señala habitualmente el enfrentamiento que Wundt mantiene en 1907 con la Escuela de Wurzburgo, una nueva tendencia de investigación en la época que estaba integrada por autores como Karl Marbe (1869-1953) o Karl Bühler (1879-1963), o con el que fue uno de los discípulos predilectos de Wundt: Oswald Külpe (1862-1915) (sobre las relaciones entre ambos, ver Ash, 1980). La crítica de Wundt tenía que ver con los límites que debían asumirse en la investigación experimental. Los psicólogos de Wurzburgo empleaban preguntas abiertas y complejas con sus sujetos y pretendían estudiar el proceso mental por el que se resolvían las tareas experimentales; esto es, aspiraban a estudiar los fenómenos y actividades mentales complejos en sí mismos. Los autores de Wurzburgo creyeron confirmar experimentalmente, entre otras cosas, la existencia de la intencionalidad —la direccionalidad del pensamiento hacia un objeto o contenido concreto— y, sobre todo, la de un tipo específico de pensamiento que denominaron «sin imágenes».

En las fechas en que se produce la polémica, Wundt utilizaba un escrupuloso protocolo científico y creía que el método experimental sólo podía utilizarse para procesos o contenidos psicológicos muy sencillos, discretos, concretos y delimitados. Por este mismo motivo, consideraba que era imposible atender al mismo tiempo a preguntas complejas y al proceso mental por el que se contestaban. Por el contrario, la escuela de Wurzburgo daba validez a los amplios autoinformes que los sujetos ofrecían sobre su forma de resolver la tarea, información que además recogían de forma retrospectiva cuando la prueba había finalizado. Esto era inaceptable para Wundt, dado que la condición «inmediata» del estudio experimental de la mente exigía que los resultados sobre los contenidos básicos de conciencia se recogieran en el mismo momento de resolver la prueba y sin tiempo para que el sujeto experimental pudiera reflexionar sobre ellos (Bühler, 1908; Wundt, 1907).

Aunque el desacuerdo metodológico entre Wundt y la escuela de Wurzburgo parece claro, más difícil es entender la complejidad de su transfondo e implicaciones teóricas (véase Kusch, 1999). Tomemos como referencia la cuestión del «pensamiento sin imágenes», hallazgo especialmente polémico para muchas perspectivas psicológicas de la época. Para algunas de ellas, tal fenómeno no podía ser considerado en propiedad un proceso psicológico porque cualquier proceso carente de contenido mental debía ser remitido a dinámicas fisiológicas (Leahey, 2005). Por su parte, como ya sabemos, desde la publicación de sus Fundamentos de psicología fisiológica en 1874, Wundt consideraba que el ámbito de los fenómenos mentales tenía su propia legalidad, diferente e independiente de la fisiológica o la lógica. Sin embargo, su crítica a Wurzburgo no tenía que ver tanto con que el pensamiento sin imágenes y otros procesos mentales superiores debieran relegarse al ámbito de lo fisiológico como, recordemos, con el hecho de que no podían ser objeto de la metodología experimental tal y como él la entendía.

El planteamiento de Wundt se explica por la propia evolución de su sistema psicológico. Si bien desde 1874 siempre reclamó una legalidad específica para lo mental, progresivamente asumió y dio mayor importancia a actividades psicológicas inaccesibles a la experiencia inmediata. Wundt parecía aceptar ahora, por tanto, la existencia de importantes dinámicas mentales inconscientes, aunque no en los términos fisiológicos y lógicos que había mantenido en Heidelberg. Todos los procesos mentales seguían explicándose en términos estrictamente psicológicos, pero algunos de ellos, los más complejos, no podían ser auto-observados en la conciencia del sujeto individual. Aceptar esta posibilidad era, de hecho, una de las cosas que Wundt más criticaba a los autores de Wurzburgo.

Ahora bien, un problema teórico de fondo que también puede implicar asumir un «pensamiento sin imágenes» —o cualquier otra actividad psicológica inconsciente— es que puede recordar demasiado al alma sobrenatural defendida por las filosofías sustancialistas. La más clásica de estas filosofías se correspondería con la perspectiva aristotélico-tomista, pero el sustancialismo es algo que también se puede predicar del Yo transcendental planteado por Kant. Este tipo de aproximaciones implicaban la posibilidad de un acto puro del alma, la existencia de una forma del pensamiento independiente de experiencias y contenidos materiales que lo constituyeran. Por supuesto, embarcados ya en los métodos y supuestos del naturalismo, esto era inaceptable tanto para Wundt como para los autores de Wurzburgo.

Desde los tiempos de Heidelberg, Wundt había descartado la idea de alma como sustrato inalterable de la experiencia, y defendía, en su lugar, la tesis del actualismo. Según ésta, todo fenómeno psíquico se generaba y concretaba a cada momento y en función de contenidos específicos. Como ya hemos comentado, para el maestro de Leipzig la mente estaba formada por sensaciones y sentimientos que se conectaban instantáneamente, en el aquí y ahora, como formaciones y síntesis superiores.

Con todo, la posición de Wundt, alejada del empirismo y el asociacionismo británico, rechazaba el atomismo y no suponía fisura alguna en la síntesis superior y en la continuidad temporal de la experiencia mental. En realidad, compartía la idea de una conciencia dinámica tal y como sugerían los propios planteamientos de los investigadores de Wurzburgo. Como éstos, Wundt no dejaba de ser un intelectual kantiano y difícilmente podía renunciar a la idea de un proceso mental continuado, del acontecer del pensamiento en el tiempo y de una conciencia propositiva u orientada a fines; perspectiva que, con sus propias peculiaridades, era también compartida por autores como William James, Franz Brentano o Henri Bergson. Por eso, como hemos visto, conceptos teóricos como «volición», «apercepción» o «causalidad teleológica», estando presentes en el primer planteamiento de su sistema psicológico, fueron madurando y cobrando protagonismo con el paso del tiempo. Esta transformación es ya muy evidente en la quinta edición de los Fundamentos de psicología fisiológica publicada en 1902-1903, precisamente en los años de su polémica con Wurzburgo y su abierta impugnación de la experimentación como método adecuado para analizar los procesos superiores.

También desde los tiempos de Heidelberg, Wundt sospechaba que la actividad psicológica superior estaba ligada a los complejos procesos histórico-sociales en los que se veía envuelto el ser humano, pero todavía no descartaba utilizar el método experimental como un medio pertinente para analizar tales actividades (Van Hoorn y Verhave, 1980). Con el tiempo, sin embargo, profundizó en la idea de que éstas estaban inevitablemente impregnadas por la naturaleza cultural e intersubjetiva de la condición humana. La historia y la cultura aportaban procesos y contenidos que participaban tempranamente en la emergencia y configuración de la conciencia individual, aspectos intrincados que no podían desentrañarse por medio de la mera auto-observación experimental.

Debido a ello, ya en la última década del siglo xix, Wundt se había embarcado en la reformulación de dos perspectivas cualitativamente diferentes —y, consecuentemente, dos metodologías— a la hora de clasificar los procesos mentales y las posibilidades de su estudio: la psicología experimental y la Völkerpsychologie [Psicología de los Pueblos] (Greenwood, 2003; Wong, 2009). En la Tabla 1 tratamos de organizar y resumir los niveles conceptuales, metodológicos y disciplinares que, en torno a 1900, quedaban comprendidos entre las dos perspectivas psicológicas propuestas por Wundt.

Tabla 1. Niveles teórico-metodológicos comprendidos entre las dos psicologías de Wundt

OBJETO DE ESTUDIO METODOLOGÍA DISCIPLINA
Formaciones psíquicas complejas: actividades y productos psíquicos o espirituales Pensamiento
Lenguaje
Afecto
Volición
Apercepción
Histórico-comparada (análisis de lenguaje, mitos y costumbres) Völkerpsychologie (psicología colectivo-cultural)
Formaciones psíquicas simples: contenidos psicológicos Recuerdos
Imágenes mentales
Atención
Parcialmente experimental Völkerpsychologie y psicología experimental
Elementos psíquicos: contenidos psicológicos Percepción
Sensación
Sentimiento
Experimental (introspección) Psicología experimental (psicología individual)
Bases y procesos fisiológicos Sistema nervioso Experimental Fisiología

Sin duda, en el planteamiento maduro de Wundt resuena una clara sensibilidad poskantiana. Por un lado, aun matizado por su perspectiva actualista, supone una profundización en las limitaciones señaladas por Kant a propósito del Yo transcendental; esto es, en la idea de que la sustancia psíquica, responsable y soporte último de la actividad mental humana, no puede tomarse a sí misma y en su totalidad como objeto de estudio. Por otro lado, la Völkerpsychologie está emparentada con el pensamiento hegeliano y la idea de Geist [espíritu], lo que constituye uno de los muchos puntos de contacto entre la nueva psicología científica y el idealismo alemán (Leary, 1980). Como Hegel, Wundt considera que la naturaleza del espíritu o la actividad humana tiene una dimensión genérica y universal compartida por toda la especie, si bien toma formas diferentes en las diversas etapas históricas y en los distintos pueblos. Wundt, en cualquier caso, no quería renunciar a un estudio científico de este principio colectivo. No podía aceptar que fuese una mente grupal o supraindividual, descarnada e independiente del sujeto concreto. Por eso lo dotó de una naturaleza psicológica —materializado en procesos de conciencia transportados por sujetos concretos de carne y hueso— y lo convirtió en objeto de la Völkerpsychologie (Jahoda, 1995).

Este planteamiento es crucial para el sistema wundtiano —y aun para la psicología actual— porque supone el intento de abrir una nueva vía metodológica, alternativa a la experimental y la auto-observacional, para analizar con el mismo rigor científico los procesos psicológicos superiores. Sobre todo ello tratamos en el próximo capítulo.

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